• Un único Dios ISBN 9789873324383, y El observador ISBN 9789873324376
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Octava plaga de Egipto


Y viene la octava plaga de Egipto.
"Dijo Yahveh a Moisés: "Ve a Faraón, porque he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para obrar estas señales mías en medio de ellos; y para que puedas contar a tu hijo, y al hijo de tu hijo, cómo me divertí con Egipto y las señales que realicé entre ellos, y sepáis que yo soy Yahveh." (Éxodo 10:1-2).

Es interesante lo de: "para que puedas contar a tu hijo, y al hijo de tu hijo". ¿no?, obviamente todo el acto era para que los que veían, los que presenciaban estos hechos, los contaran. Los otros pueblos, los que no eran hebreos ni egipcios debía ver lo que ocurría y contarlo, narrarlo. a todo el que quisiera escuchar, debía quedar para la posteridad.

Sigue.
"Fueron, pues, Moisés y Aarón donde Faraón y le dijeron: "Así dice Yahveh, el Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te resistirás a humillarte ante mí? Deja salir a mi pueblo para que me dé culto. Si te niegas a dejar salir a mi pueblo, mira que mañana traeré langostas sobre tu territorio; y cubrirán la superficie del país, de suerte que ni podrá verse el suelo. Devorarán lo que os quedó de la granizada, y comerán todos los árboles que os crecen en el campo. Llenarán tus casas, las casas de todos los egipcios, como nunca vieron tus padres, ni los padres de tus padres, desde el día en que existieron sobre la tierra hasta el día de hoy". Y retirándose salió de la presencia de Faraón. Dijeron entonces a Faraón sus siervos: "¿Hasta cuándo ha de ser este hombre causa de nuestra ruina? Deja salir a esa gente y que den culto a Yahveh, su Dios. ¿Te darás cuenta a tiempo de que Egipto se pierde?" Hicieron, pues, volver a Moisés y a Aarón a la presencia de Faraón; el cual les dijo: "Id a dar culto a Yahveh, vuestro Dios. ¿Quiénes van a ir?" Respondió Moisés: "Saldremos con nuestros niños y nuestros ancianos, con nuestros hijos y nuestras hijas, con nuestras ovejas y nuestras vacadas; porque es nuestra fiesta de Yahveh". Contestóles: "¡Así esté Yahveh con vosotros como voy a dejaros salir a vosotros con vuestros pequeños! Ved cómo a la vista están vuestras malas intenciones. No será así; salid si queréis los varones solos y dad culto a Yahveh, pues eso es lo que buscabais". Y fueron echados de la presencia de Faraón. Yahveh dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para que venga la langosta; que suba sobre el país de Egipto y coma toda la hierba del país, todo lo que dejó el granizo". Moisés extendió su cayado sobre la tierra de Egipto; y Yahveh hizo soplar el solano sobre el país todo aquel día y toda la noche. Y cuando amaneció, el solano había traído la langosta. La langosta invadió todo el país de Egipto, y se posó en todo el territorio egipcio, en cantidad tan grande como nunca había habido antes tal plaga de langosta ni la habría después. Cubrieron toda la superficie del país hasta oscurecer la tierra; devoraron toda la hierba del país y todos los frutos de los árboles que el granizo había dejado; no quedó nada verde ni en los árboles ni en las hierbas del campo en toda la tierra de Egipto. Entonces Faraón llamó a toda prisa a Moisés y a Aarón, y dijo: "He pecado contra Yahveh, vuestro Dios, y contra vosotros. Ahora, pues, perdonad por favor mi pecado, siquiera por esta vez; rogad a Yahveh, vuestro Dios, que aparte de mí al menos esta mortandad". Salió Moisés de la presencia de Faraón y rogó a Yahveh. Yahveh hizo que soplara con gran violencia un viento del mar que se llevó la langosta y la echó al mar de Suf. No quedó ni una langosta en todo el territorio de Egipto. Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no dejó salir a los israelitas." (Éxodo 10:3-20).

"Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no dejó salir a los israelitas".
Obviamente.
Y no los dejaría salir, por lo menos hasta que Él así lo quisiera.

Pobre el faraón, se encuentra en medio de fuerzas que no puede gobernar, que están mucho, mucho más allá de su voluntad.
Su razón le dice: "que se vayan", "que me perdone Dios por lo que estoy haciendo", "¿qué me pasa?". Su mente debería de estar como en un mar embravecido, sin poder ver el horizonte, sin poder controlar lo que ocurría, y sin entenderse a sí mismo. Probablemente pensaría: "¿por qué digo sí y al rato digo no?", "¿me estaré volviendo loco?".

Nadie debe haber querido estar en sus zapatos, o sandalias...

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