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El mar se divide y se salva Israel
"El mar se divide y se salva Israel.
Dijo Yahveh a Moisés: "¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa de Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros de los carros. Sabrán los egipcios que yo soy Yahveh, cuando me haya cubierto de gloria a costa de Faraón, de sus carros y de sus jinetes. Se puso en marcha el Ángel de Yahveh que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió la noche sin que pudieran trabar contacto unos con otros en toda la noche. Moisés extendió su mano sobre el mar, y Yahveh hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos de Faraón, y los carros con sus guerreros. Llegada la vigilia matutina, miró Yahveh desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios, y sembró la confusión en el ejército egipcio. Trastornó las ruedas de sus carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad. Y exclamaron los egipcios: "Huyamos ante Israel, porque Yahveh pelea por ellos contra los egipcios". Yahveh dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre el mar, y las aguas volverán sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre los guerreros de los carros". Extendió Moisés su mano sobre el mar, y al rayar el alba volvió el mar a su lecho; de modo que los egipcios, al querer huir, se vieron frente a las aguas. Así precipitó Yahveh a los egipcios en medio del mar, pues al retroceder las aguas cubrieron los carros y a su gente, a todo el ejército de Faraón, que había entrado en el mar para perseguirlos; no escapó ni uno siquiera. Mas los israelitas pasaron a pie enjuto por en medio del mar, mientras las aguas hacían muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó Yahveh a Israel del poder de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a orillas del mar. Y viendo Israel la mano fuerte que Yahveh había desplegado contra los egipcios, temió el pueblo a Yahveh, y creyeron en Yahveh y en Moisés, su siervo." (Éxodo 14:15-31).
Impresionante, verdaderamente impresionante. El mar se abre por orden de Dios y permanece así hasta que el último israelita lo atraviesa, y luego ante la orden de Moisés se cierra, y arrastra a los egipcios.
Éste es un final verdaderamente espectacular.
Todavía hoy existen científicos que tratan de explicar el fenómeno: que si bajó la marea, que si el viento, que si esto, que si lo otro. La verdad es que no importa la teoría que lo justifique o explique, cuando los israelitas pasaron no había agua, y cuando terminaron de pasar el agua subió y arrastró a los egipcios.
Prestemos un poco de atención al panorama general. Situémonos, por un momento, en el lugar de un observador. Seiscientas mil personas van caminando, con sus burros, con sus vacas, con sus pertenencias, al igual que en esas filmaciones, que tantas veces hemos visto en televisión, de gente desplazada por conflictos bélicos. Van a pie, con gran esfuerzo, con lo que pueden llevar.
Delante de este inmenso grupo - son seiscientos mil -, avanza una columna de humo, que no se disgrega. Cuando acampan por la noche, la comuna de humo se convierte en fuego que los alumbra, y que además se alcanza a ver desde lejos. Si esta columna de fuego podía alumbrar a seiscientas mil personas, tuvo que haber sido enorme.
Llegan al mar y el mar se retira para que ellos pasen ¿¡.!?
Si en aquella época hubiese existido la televisión, en ese preciso momento una gran cantidad de helicópteros de las cadenas de medios hubieran estado transmitiendo los acontecimientos. Reporteros de todo el mundo hubiesen relatado los hechos segundo a segundo. Este acontecimiento no podría haber pasado inadvertido.
Aunque no había televisión igual no pasó desapercibido y todos los pueblos, los otros pueblos de la región, lo presenciaron y se enteraron.
El Dios de los israelitas había abierto el mar para que pasaran y aniquiló al ejército egipcio, que lo perseguía, sin levantar una espada.