• Un único Dios ISBN 9789873324383, y El observador ISBN 9789873324376
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Las invasiones de Jerusalen - La Biblia


JERUSALÉN, NI TUYA NI MÍA…

Antíoco vuelve a tomar Jerusalén.

"Así pues, Antíoco, llevándose del Templo 1.800 talentos, se fue pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el mar viable, por la arrogancia de su corazón.
Dejó también prefectos para hacer daño a la raza: en Jerusalén a Filipo, de raza frigia, que tenía costumbres más bárbaras que el le había nombrado; en el monte Garizim, a Andrónico, y además de éstos, a Menelao, que superaba a los demás en maldad contra sus conciudadanos.
El rey, que albergaba hacia los judíos sentimientos de odio, envió al Misarca Apolonio con un ejército de 22.000 hombres, y la orden de degollar a todos los que estaban en el vigor de la edad, y de vender a las mujeres y a los más jóvenes. Llegado éste a Jerusalén y fingiendo venir en son de paz esperó hasta el día santo del sábado. Aprovechando el descanso de los judíos, mandó a sus tropas que se equiparan con las armas, y a todos los que salían a ver aquel espectáculo, los hizo matar e, invadiendo la ciudad con los soldados armados, hizo caer una considerable multitud. Pero Judas, llamado también Macabeo, formó un grupo de unos diez y se retiró al desierto. Llevaba con sus compañeros, en las montañas, vida de fieras salvajes, sin comer más alimento que hierbas, para no contaminarse de impureza." (II Macabeos 5:21-27)

Nuevamente, los judíos retroceden hacia la degradación y reanudan la adoración de dioses falsos y caen en la idolatría.

"Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para obligar a los judíos a que desertaran de las leyes de sus padres y a que dejaran de vivir según las leyes de su Dios; y además para contaminar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a Zeus Olímpico, y el de Garizim, a Zeus Hospitalario, como lo habían pedido los habitantes del lugar. Este recrudecimiento del mal era para todos penoso e insoportable.
El Templo estaba lleno de desórdenes y orgías por parte de los paganos que holgaban con meretrices y que en los atrios sagrados andaban con mujeres, y hasta introducían allí cosas prohibidas. El altar estaba repleto de víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes. No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni siquiera confesarse judío; antes bien eran obligados con amarga violencia a la celebración mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su cortejo, coronados de hiedra. Por instigación de los habitantes de Tolemaida salió un decreto para las vecinas ciudades griegas, obligándolas a que procedieran de la misma forma contra los judíos y a que les hicieran participar en los banquetes sacrificiales, con orden de degollar a los que no adoptaran el cambio a las costumbres griegas. Podíase ya entrever la calamidad inminente.
Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos; las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados del pecho, y las precipitaron desde la muralla.
Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos, sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día." (Macabeos 6:1-11)

¿Cuántas veces vimos estos ciclos de avances/retrocesos?
Otra vez logran recuperarse y triunfan contra las fuerzas enemigas, encarando una guerra de guerrillas al mando de Judas Macabeo.

"En su combate con las tropas de Timoteo y Báquides, mataron a éstos más de 20.000 hombres, se adueñaron por completo de altas fortalezas y dividieron el inmenso botín en partes iguales, una para ellos y otra para los que habían sufrido la persecución, los huérfanos y las viudas, así como para los ancianos. Con todo cuidado reunieron las armas capturadas en lugares convenientes y llevaron a Jerusalén el resto de los despojos. Mataron al filarca de la escolta de Timoteo, hombre muy impío que había causado mucho pesar a los judíos. Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron a los que habían incendiado los portones sagrados, así como a Calístenes, que estaban refugiados en una misma casita, y que recibieron así la merecida paga de su impiedad. Nicanor, tres veces criminal, que había traído a los mil comerciantes para la venta de los judíos, con el auxilio del Señor, quedó humillado por los mismos que él despreciaba como los más viles; despojándose de sus galas, como un fugitivo a campo través, buscando la soledad llegó hasta Antioquía con mucha suerte, después del desastre de su ejército. El que había pretendido saldar el tributo debido a los romanos con la venta de los prisioneros de Jerusalén, proclamaba que los judíos tenían a Alguien que les defendía, y que los judíos eran invulnerables por el hecho de que seguían las leyes prescritas por Aquél." (Macabeos 8:30-36).

Sirvan estos pequeños trozos de narración para mostrar la situación persistente de conflictos. Permanente ocupación y rechazo de tropas extranjeras.

Luego del tiempo de los macabeos, llega la época de los asmoneos, quienes establecieron un reino desde el año 134 A.C. (antes de Cristo) hasta el advenimiento del Imperio Romano en Israel en el 63 A.C. (antes de Cristo)
Con los asmoneos -descendientes de Asmón-, las dimensiones de las fronteras del reino judío fueron similares a las de tiempos de David y Salomón, anexan Samaria, Galilea e Idumea, y fuerzan a los idumeos, también llamados edomitas, a convertirse al judaísmo.
La dinastía de los asmoneos se desintegra como consecuencia de la guerra civil entre Hircano II y Aristóbulo II, hijos de Salomé Alejandra: la última soberana de los asmoneos y la única mujer que gobernó en Israel. El pedido de ayuda a Roma termina con la conquista del reino por Cneo Pompeyo Magno.
En el año 63 a.C. Pompeyo conquista la región, y la transforma en reino tributario de Roma, quien divide el reino en cinco distritos bajo la jurisdicción de un Sanedrín y nombra sumo sacerdote a Juan Hircano II. De allí en adelante, el Sumo Sacerdote de los judíos es designado por los romanos.
En el año 40 a.C. el Senado romano nombra a Herodes el Grande rey de los judíos, le concede cierta autonomía, que fue casi anulada cuando Augusto une el territorio de Israel con el de Siria, y forma la Provincia de Judea bajo el gobierno de Publio Sulpicio Quirino, aunque mantiene en el trono a Herodes. Quirino ordena censar a la población (recordemos que los censos estaban prohibidos por las leyes judías si no era por orden de Dios), así se inicia una revuelta que es duramente reprimida. Las relaciones entre judíos y romanos se deterioraron seriamente durante el reinado de Calígula, quien ordena colocar una estatua suya en el Templo, aunque su muerte hizo que la situación se distendiera.


Bien, hemos llegado al momento tan esperado, clave en la historia, fundamental broche de cierre -hasta me animaría a decir de la historia mundial-, bisagra que marca un antes y un después. Donde las piezas del rompecabezas que hemos estado reuniendo van a ocupar su lugar.
El Mesías, el liberador del pueblo elegido va a llegar. El hijo de Dios quien va a generar uno de los hechos más grandes de la humanidad. Tan grande que los acontecimientos históricos va a quedar divididos en antes de Cristo y después de Cristo.
Esto parece un hecho sin importancia, pero no hay forma de negar, que nadie, ni ningún suceso, ni anterior, ni posterior logró semejante efecto.
Pero eso sería sólo secundario, lo importante y verdaderamente trascendental y motivo de la narración pasa por otro lado.

Busquemos una taza de café, ubiquémonos en un lugar cómodo y veamos caer las piezas en su lugar…
 

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