• Un único Dios ISBN 9789873324383, y El observador ISBN 9789873324376
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El genesis y la ciencia

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La biblia y el pueblo elegido

El Eden


A través del relato del Edén Dios nos muestra quién es el culpable del error humano, no sólo deja en evidencia quién es el responsable sino que además nos da las herramientas para defendernos de este mal “asesoramiento”, de este “instigador”. El Edén es una re-creación simplificada del proceso general de lo que la humanidad padecía fuera del Edén, y que debía corregirse para evitar el sufrimiento inútil e innecesario de la cual ella era objeto. Pero para que esto ocurriera primero era necesario que los hombres entendieran lo que estaba pasando, y supieran quién era el responsable. Por eso Dios toma un sitio que aún no había sido “labrado”, -dice el texto-, y allí, en este punto de la narración es que debemos recordar que la labranza es una actividad moderna lo cual nos indica un momento temporal en la historia, el Edén se ubicaría en una época de la humanidad en que ésta ya estaba asentada en ciudades o poblados y que realizaba actividades de labranza, lo cual nos da una perspectiva de todo el tiempo que había pasado para la humanidad y su desarrollo y en qué punto del desastre del engaño del Satán se encontraba.
Luego, continuando con la descripción del Edén, Dios replica la creación del hombre, la mujer, las plantas y los animales pero en un orden diferente al de los siete días. Un orden diferente al del relato anterior. Esta diferencia en el orden de la creación en el Edén tiene que ver con demostrar que el hombre, el humano, sin la intervención del Satán habría vivido en paz y sin errores, y esto queda en evidencia en que hasta que la serpiente no interviene el hombre, la mujer, y la naturaleza convivían en paz y armonía. Es sólo tras la intervención de la serpiente que la situación de Adán y Eva se pone en peligro.
Por otra parte puede ser interesante observar que el escritor sagrado nos dice –en el texto del Edén-, que los ríos que rodeaban el Edén tenían nombres, que pasaban por países como el de Kus o Asur, y que los minerales de esos lugares tenían determinadas características que sólo el comercio podía establecer. Esto nos indica –nuevamente-, de manera tangencial que fuera del Edén existía la humanidad viviendo en esos países, en esas ciudades, comerciando y nombrando los ríos y los lugares.
Entonces, gracias al Edén Dios nos muestra la realidad de que la humanidad está bajo el poder del Satán y sus engaños pero también nos dice que no estamos condenados sino que -por el contrario-, tenemos el poder de ponerle límites, “pisarle la cabeza”, pisar la cabeza de la serpiente, del Satán y sus legiones, evitando así caer en sus engaños de religiones falsas, idolatrías y sacrificios y todo lo que deriva como consecuencias de ello.
Volvamos a leer el texto para recordar la descripción y repasar conceptos:
(Génesis 2,4 en adelante) «El día que en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo. Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.”
Vemos aquí que Dios –como decíamos antes-, toma este sitio que aún no se ha utilizado por la humanidad, que es casi un desierto dónde lo único que hay es tierra y agua, dónde ningún humano había puesto el pie aún y que si lo miramos comparando con el relato de los siete días de Génesis 1 vemos que este momento es posterior a lo narrado antes, ya que el agua ya no se encuentra en “un solo conjunto” sino que esta corre sobre la tierra en ríos, y brota de vertientes. Es claro que ya ha existido toda una evolución del planeta, movimientos de la tierra, ciclos de lluvia, desgaste del suelo, etc. Entonces en ese sitio vacío, que todavía no se ha utilizado por la humanidad, Dios crea a un hombre con polvo del suelo más el aliento de vida, el espíritu, el alma. Recreando lo que había ocurrido fuera del Edén hacía tanto tiempo, pero en manera inversa. Vemos en esta historia que lo primero en ser creado en este lugar es el hombre, cuando en la otra historia de la Creación general, la de los siete días, el hombre había aparecido al final, en el sexto día.
Por otro lado tenemos la imagen trascendental de la tierra y el manantial de agua viva y que riega la “superficie del suelo”, Tierra cómo figura de Creación, y el manantial como figura del Verbo de Dios y del Espíritu santo que permean lo creado.
Continúa:
«Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.”
«Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.”
Continuamos con un orden diferente de los acontecimientos creativos en referencia a los siete días. Aquí primero es el hombre, luego la vegetación la cual nuevamente es marcada, señalada como comida, algo que ya hemos visto en el primer relato creativo en el que Dios también determina que la comida son los vegetales. Aquí Dios vuelve sobre lo mismo. Recordemos el texto del primer relato del Génesis 1:
"Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento. Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda la hierba verde les doy de alimento.» Y así fue".
Lo único diferente en el escenario general, y que no existe en el primer relato son aquellos árboles, el de la vida y el de la ciencia del bien y del mal. Acerca del árbol de la vida Dios dice más adelante “que si comen de él vivirán eternamente”, lo que nos da la idea de que en ese momento de la historia humana la vida eterna era una posibilidad aún no disponible. Luego, quién traería la vida eterna a la humanidad es Jesús, por lo que el árbol de la vida estaba disponible para ésta para otro momento, otro momento en el futuro, luego de que se reparara lo que impedía que el hombre disfrutara de la eternidad. El árbol de la vida prefigura la cruz de Cristo. Prefigura el proceso de la Salvación ya que su fruto final es el sacrificio de Cristo que devuelve a la humanidad el vivir para siempre, la vida eterna, aquella “tierra prometida” tantas veces mencionada en los textos bíblicos:
"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." (Juan, 3).
Pero en ese momento el árbol de la vida aún permanece prohibido. Aún la humanidad no puede acceder a él hasta que no se hayan reparado, corregido los errores de espiritualidad.
Luego tenemos el árbol de la ciencia del bien y del mal, un árbol que al comer de él Adán y Eva internalizan la ética, la moral, lo correcto y lo incorrecto. Lo que es bueno o malo a los ojos de Dios y sus consecuencias, buenas y malas, y por ello perciben el estar desnudos y con ello la vergüenza de no estar vestidos correctamente. Ese árbol que representa las ramificaciones de la filosofía, del pensamiento moral, cultural, ético, y su fruto, el producto, las consecuencias de comprender los alcances de hacer bien o mal. Toda una imagen muy breve de moralidad básica pintada en pocas líneas.
Este texto tan breve que veremos a continuación vuelve sobre la idea de que en un instante Adán y Eva adquirieron normas morales y éticas de culturas que existían fuera del Edén. La necesidad de vestimenta, la culpa de haber hecho mal, la vergüenza, la necesidad de esconderse. Cosas que hasta ese momento no habían sentido y que no conocían.
Un resumen de todo un proceso evolutivo y de desarrollo de cultura y civilización. Normas de convivencias básicas, y conciencia de las consecuencias de los actos. Ello era el fruto, producto, resultado, de internalizar la ciencia, el conocimiento profundo y detallado del bien y del mal. Habían internalizado el producto, “comido el fruto”… Es claro que el hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la libertad. Leyes y normas que nacen, provienen, de Dios. Leyes y normas que al provenir de Dios subyacen a la Creación.
El “comer” en la Biblia muchas veces hace referencia a internalizar profundamente, y “fruto” es el producto de...
Continuemos con la ubicación del Edén:
«De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos. El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice. El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de Kus. El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y el cuarto río es el Eufrates.”
En este párrafo existe una información que podría parecer innecesaria como es la de que los ríos tenían nombres, que existían unos países y minerales valorados, pero al nombrarlos –como dijimos antes-, el hagiógrafo, el escritor sagrado, nos da la idea de que alguien los había nombrado, alguien le había puesto nombre a esos ríos, alguien vivía en esas localidades, ya que por eso las llama países como Javilá, Kus, Asur, y alguien comerciaba con los minerales y por eso tenían valoraciones y su valor venía de las formas en que eran útiles y apreciados; pero ¿útiles para qué? ¿para quién?, obviamente para la humanidad que vivía fuera de Edén. Esa humanidad creada antes y que era el motivo de esta re-creación.
Veamos la dramatización:
«Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase. Y Dios impuso al hombre este mandamiento: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio”.
Bien, tenemos el hombre, el entorno, una tentación y la prohibición con severa pena de castigo. Sin embargo todo continúa en armonía y no hay transgresiones ni conflictos. Hombre y vegetación continúan en armonía.
Si hubiéramos estado en la tribuna observando estaríamos esperando el avance del proceso.
«Dijo luego Yahveh Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera.
«El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, más para el hombre no encontró una ayuda adecuada.”
Se amplía y recrea el ambiente exterior. Ahora Dios agrega a los animales lo cuales podrían haberle sido de ayuda y compañía, pero es claro que no alcanza. Los animales no son suficiente acompañamiento y tampoco generan ningún cambio en el estado de situación.
«Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer [13], porque del varón ha sido tomada”. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro» (Génesis 2:5-25).

13 - En algunas traducciones en lugar de “mujer” dice Varona [‘ishshah]: “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona [‘ishshah], porque del varón [‘ish] fue tomada. Esto es ahora hueso de mis huesos” (Génesis 2: 23). Adán, reconociendo en ella la compañera deseada, gozosamente le dio la bienvenida como a su desposada y expresó su gozo en una exclamación poética. Las palabras “esto es ahora” reflejan su agradable sorpresa cuando vio en la mujer el cumplimiento del deseo de su corazón. La repetición triple de “esto” (como está en el hebreo) vívidamente señala a ella sobre quien -con gozoso asombro- descansaba ahora la mirada de él con la intensa emoción del primer amor. Instintivamente, o como resultado de una instrucción divina, reconoció en ella una parte de su propio ser. De allí en adelante debía amarla como a su mismo cuerpo, pues al amarla se ama a sí mismo. El apóstol Pablo hace resaltar esta verdad: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (Efesios 5: 28).

Bien ahora contamos con el escenario terminado, tenemos la naturaleza completa, y al hombre y a la mujer, -de los que Dios nos dice que son exactamente iguales, ya que han sido hechos de los mismos y exactos materiales, por eso la mujer es llamada varona, con lo que la diferencia de sexos no es más que un tema puramente funcional de reproducción-.
Aunque todo lo necesario para recrear el ambiente ya está en su lugar, es claro que falta algo. Algo más falta para generar el conflicto, el conflicto que motivó todo este trabajo, este “ensayo”, y eso que falta es el enemigo, el engañador y su asesoramiento. Él estuvo esperando hasta este momento para intervenir, es claro que veía que si no intervenía la humanidad iba a terminar demostrando su inocencia, e hizo lo que había estado haciendo desde el principio, desde que Dios nos dio su imagen y semejanza…:
«La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?” Respondió la mujer a la serpiente: “Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Más del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte”. Replicó la serpiente a la mujer: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.”
Dijo la serpiente “sereis como dioses”, esa, esa es la espina clavada que lo desespera. De lo que rebosa el corazón habla la boca, decía Lucas en su evangelio, y aquí queda claro. El enemigo quiere transferir su dolor al hombre. Él quería ser como Dios, él quería ser Dios y al convencer al hombre de sumarse a ese error cree poder hacerlo culpable y plenamente condenable.
He aquí el gran drama de la humanidad, el error, el pecado, el no decir que no, porque era tan sencillo…, todo terminaba con un simple no, pero dijimos que si, y allí está nuestra debilidad, una debilidad conocida por el enemigo. El libre albedrío que nos permite elegir y la debilidad para elegir mal. Mala combinación. Pero esta mala combinación dejó en evidencia al enemigo y a sus huestes, ya que sin la posibilidad de actuar no se habrían revelado, no se habrían mostrado tal cual eran.
Y ahora, el amor y la misericordia de Dios como un padre amoroso que aunque sabe perfectamente lo que estaba pasando busca hacer reflexionar a sus hijos:
«Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín. Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”. Éste contestó: “Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí”. Él replicó: “¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?”. Dijo el hombre: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí”. Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: “¿Por qué lo has hecho?” Y contestó la mujer: “La serpiente me sedujo, y comí”.
Prestemos atención un momento a esta situación: el hombre ante la pregunta de Dios no se hace cargo de su error, y le echa la culpa a Dios, dice algo así como: la culpa no la tengo yo sino vos que me pusiste a esta mujer…, claramente intenta deslindar responsabilidades… ¡culpando a Dios! Más la mujer dice: la serpiente me sedujo y comí, simple y sencillo. Aunque culpa a la serpiente, -de todas maneras-, se hace cargo de haberse dejado seducir.
Ahora sí, esta todo claro, cada uno tiene su responsabilidad, no hay nada que discutir, todo se ha revelado en su justa perspectiva.
La serpiente, el engañador utiliza la debilidad humana para intentar hacer fracasar el plan de Dios. Dios lo deja claro, nos hace tomar conciencia de que la humanidad y el opositor son enemigos, y que debemos cuidarnos de su ataque el cual va a ser a traición, desde donde no lo vemos y por sorpresa. Pero también nos dice que podemos pisar su cabeza, que no estamos perdidos.
«Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar”. A la mujer le dijo: “Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará”. Al hombre le dijo: “Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás”.
«El hombre llamó a su mujer “Eva”, por ser ella la madre de todos los vivientes.
«Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió. Y dijo Yahveh Dios: “¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre”. Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida» (Génesis 3:1-24).
Dios condena a la serpiente a vivir su vida, su movimiento, sobre su vientre, en base a sus pasiones, sus ventralidades. Comiendo el polvo de la tierra, lo terreno, lo terrenal, eso de lo que está hecho la humanidad. Dios pone a la humanidad por encima de ella, dándole el poder de pisarla, pisarle la cabeza, mientras ella lo acecha, y lo acecha cobardemente.
Dios da su veredicto. ¿Lo grita a los espectadores? ¿es que los ángeles han estado observando? “¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! En un punto está mostrando que la imagen y semejanza se manifiesta en el conocimiento de lo bueno y de lo malo, y eso es porque Dios nos lo había dado antes, sólo que era necesario un conflicto para que aquello se manifestara.
Al final es claro que aún no era momento de acceder al árbol de la vida por lo que Dios pone un guardia hasta que llegue el momento oportuno.
Continúa:
«Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: “He adquirido un varón con el favor de Yahveh”. Volvió a dar a luz, y tuvo a Abel su hermano.
«Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador. Pasó algún tiempo, y Caín hizo a Yahveh una oblación de los frutos del suelo. También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Yahveh miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro.”
Vemos que dice “propicio”, acerca de la oblación de Abel, propicio, favorable, conveniente, apropiado, claramente en relación al camino de Dios, pero no deseado ni bueno. Un sacrificio animal, que nunca fue deseado por Dios.
«Yahveh dijo a Caín: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar”. Caín, dijo a su hermano Abel: “Vamos afuera”. Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató. Yahveh dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”. Contestó: “No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?”. Replicó Yahveh: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra”. Entonces dijo Caín a Yahveh: “Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará”. Respondióle Yahveh: “Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces”. Y Yahveh puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara.
«Caín salió de la presencia de Yahveh, y se estableció en el país de Nod, al oriente de Edén.
«Conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Henoc. Estaba construyendo una ciudad, y la llamó Henoc, como el nombre de su hijo. A Henoc le nació Irad, e Irad engendró a Mejuyael, Mejuyael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lámek» (Génesis 4:1-18).

Bien, habiendo pasado por el Edén ahora tenemos una idea más clara de la intervención de Dios, al menos inicialmente y de cómo ha quedado claro que el culpable de la desviación humana es del Satán, del Satán y sus legiones.
Ahora tenemos a Caín que ha salido del Edén y se ha casado con una mujer que estaba afuera y que pertenecía a la humanidad general. Caín lleva consigo la información recabada acerca de la culpabilidad y condena de la serpiente, y de la capacidad humana de ponerle límites, un límite que sólo se le podía poner si lo identificábamos, por eso es que Dios en cierta medida obliga al Satán a salir de la oscuridad en la que se movía y mostrarse a la luz.
La humanidad sólo podría defenderse si sabía lo que pasaba, y justamente es ese conocimiento el que han de llevar los descendientes de Adán y Eva al resto de la humanidad. Esos descendientes de Adán y Eva serán los hebreos.

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