• Un único Dios ISBN 9789873324383, y El observador ISBN 9789873324376
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La biblia y el pueblo elegido

El evangelio de Juan y el ser viviente con rostro de aguila


El evangelio de Juan y  el ser viviente con rostro de águila

JAN, el Águila
El evangelio de Juan, -junto con el libro de la Revelaciones, el Apocalipsis, y las cartas de Juan-, es la mirada más teológica y elevada que alcanza cotas de comprensión de la divinidad imprescindibles para entender la realidad de Jesús. Mientras los tres evangelios sinópticos nos muestran facetas, roles de la divinidad que tienen que ver con lo terrenal Juan va hacia lo trascendental mucho más allá de los que habían llegado los otros.
Según san Ireneo de Lyon es el signo del Espíritu que hace sobrevolar su gracia sobre la Iglesia.
Desde el principio la iglesia comprendió este nivel de teología de Juan: un "graffiti" sobre las piedras en ruinas de la antigua basílica de S. Juan en Efeso, escrito con cierta torpeza en griego bárbaro, da testimonio de la extensión de esta forma de verlo aun entre el pueblo más sencillo. Dice: "Señor, Tú el Dios y Salvador nuestro y San Juan, su evangelista y teólogo, socorredme, que soy siervo vuestro y pecador" (en: J. Keil, Forschungen in Ephesos, Wien – 1951 – IV/3280, n. 19).
En la puerta meridional del mismo templo, se puede leer: "Con temor adelántate por la puerta del teólogo" (ibid., 278, n. 11).
Entre los padres y escritores eclesiásticos le otorgan este título a San Juan, S. Atanasio (Contra gentes, 42; pg. 25, 84) y Orígenes (Fragmenta in Johannem, CGS, 483, 14).
Al leer el evangelio notamos que se habla del “discípulo amado” el cual se identifica con Juan, y en el capítulo 13,23 dice “Estaba reclinado en la mesa en el seno de Jesús” (ên anakeimenos en tôi kolpôi tou Iêsou). En el texto original no hay palabra para "mesa", “reclinado” es una perífrasis imperfecta de anakeimai, recostarse. Kolpos es la palabra habitual para seno (Juan 1:18).
* “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.”
Juan dice “a quien Jesús amaba” (hon êgapa Iêsous), imperfecto activo de agapaô, descripción de Juan de sí mismo de la cual se sentía orgulloso (Juan 19:26; Juan 20:2; Juan 21:7, 20), identificado en Juan 21:24 como el autor del libro y necesariamente uno de los doce debido al lenguaje "explícito" (Bernard Sesboüé)[19] de Marcos (Marcos 14:17; Lucas 22:14). Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago.

19 - Bernard Sesboüé (1929-2021). Teólogo francés, jesuita, autor de importantes obras teológicas con enfoque en la investigación patrística y cristológica.

* Jn 19,26: Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
* Jn 20:2: Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice (…)
* Jn 21:7, 20: Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba (…)
* Jn 21:24: Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito (…)
En la mesa, Juan estaba a la derecha de Jesús, reclinándose oblicuamente para que su cabeza descansara en el “seno” de Jesús. Hemos de notar que se suele pensar en el “pecho” de Jesús pero el texto dice “seno” lo cual indica que Juan está reclinado, recostado en lo profundo y central de Jesús, y quizás de allí su capacidad de comprender lo trascendental y teológico.
El centro –de todas maneras-, en la imagen, el lugar de honor, lo ocupaba Jesús. En el apéndice de la obra, cuando se intenta plasmar para los siglos futuros la última imagen del "discípulo amado", se refresca la primera escena, en que se le dio un título tan descollante: "Pedro vio al discípulo que amaba Jesús, que (los) seguía, el que se recostó en la cena sobre su pecho (epi to stéthos)" (Jn. 21, 20)5.
Sólo que, en la narración directa del episodio allí (Jn 21, 20) recordado (ibid. 13, 23), cambiando de palabra, se dice que "estaba reclinado en toi kolpôi (seno) de Jesús".
La única otra vez en que aparece tal palabra en todo el Evangelio es en su prólogo: "El Hijo unigénito, que está eis ton kô lpon del Padre" –seno del Padre-, (ibid., 1, 18).
Orígenes enlaza con mirada certera los dos pasajes: "Pienso…que si Juan estaba reclinado en el seno de Jesús fue digno de tal honor, porque había sido juzgado digno de un amor especial por parte del Maestro… así como el Lógos mismo está en el seno del Padre" (Orígenes, In Johannes, 21, 20, 264. CGC 4, 461)
De lo dicho se desprende que acceder al Cuarto Evangelio implica seguir una invitación a sondeos en profundidad, a una mirada que no se cansa de contemplar. La misma explicación final de Jesús sobre la misión de este su discípulo en la Iglesia y como veedor de la visión del Apocalipsis, lo está señalando: "Si yo quiero que permanezca, ¿a ti qué?" (Jn 21, 22). El uso de este verbo (ménein-permanecer), tan frecuente en Juan, es una advertencia contra la frívola superficialidad de lo momentáneo y terrenal.
Un encuentro reposado y provechoso con el misterio de Jesús no se lo puede abandonar con exclusividad a los monasterios de clausura. El más militante de los cristianos que no pruebe alguna vez la necesidad de "quedarse (émeinan-permanecer en el seno) con Jesús todo el día" (Jn 1, 39), pronto verá su empeño degenerar en un activismo sin puntos de referencia que lo califiquen como cristiano.
Veamos otra forma en que se expresa este “en el seno de Jesús”: "Pedro vio al discípulo que amaba Jesús, que (los) seguía, el que se recostó en la cena sobre su pecho (epi to stéthos)" (Jn. 21, 20) y de donde proviene uno de los calificativos que a Juan le daba la Iglesia de los Padres: Ho apistéthios = el que reposa en el pecho (ver: Eusebio Alejandrino, Sermo, 19, PG. 64, 47: Juan Damasceno, De Sacris imaginibus oraciones, PG. 94, 1249 C)[20].
Leemos en Jn.6, 24 – 29: "En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivirán… no os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien, para una resurrección de vida y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio". Jesús habla a través de Juan de un tiempo que ya se ha cumplido y en el que los “muertos”, -esa humanidad que había “muerto” en el Edén por pecados ancestrales que no podía pagar por sí misma-, oyen la voz del Hijo de Dios y recobran la vida. Esta humanidad muerta oye la voz y sale de su “sepulcro”, los que obraron bien van directo a la resurrección, y los que obraron mal serán juzgados, pero como vemos -en este “juicio”-, que aún no han sido condenados. Posiblemente esté hablando del purgatorio y de la infinita misericordia de Dios que no quiere que nadie se pierda.
Juan es el único evangelista que usa la palabra hebrea Maschiah (Mesías) transliterada al griego (1, 41; 4, 25). También nos dice que el Verbo se da a sí mismo en un sentido universalista: el verbo es luz para todo hombre (1, 9). Quita los pecados del mundo (1, 29); vino a salvar al mundo (3, 17) con el fin de atraer a si a todo hombre (12, 33).

20 - Las "Orationes pro sacris imaginibus" de Juan Damasceno un nuevo enfoque cronológico desde la perspectiva teológica. Juan Damasceno (Damasco, Siria, 675 - 749) fue un teólogo y escritor sirio, y doctor de la Iglesia.

Judíos
Juan nos muestra a los “judíos” como aquellos que tienen un papel muy marcado en la historia de Jesús. Y por lo general se refiere a ellos como los que hacen, los que se oponen, los que lo entregan, etc. Recordemos que el evangelio de Juan nos muestra a Jesús en su carácter de divinidad cumpliendo el rol trascendental, y por ello el pueblo “judío” cumple en la historia un lugar clave.
Jesús es el Mesías gracias a que el pueblo hebreo ha realizado el trabajo encomendado por Dios, y en esa historia la tribu de Judá es la línea que desemboca en el Cristo, el ungido, el “hijo de David”.
Pero no solo eso, sino que ellos deben ser el sacerdote que ha de realizar el sacrificio, el sacrificio del cordero, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Por lo tanto el sacerdote no es una persona en particular –en este caso-, sino todo el pueblo, los judíos.
Y en esa mención que hace Juan de los judíos vemos que está agrupada la jerarquía, los que decidían, los que podían tomar decisiones.
En este Cuarto Evangelio el término Judíos comparece 70 veces mientras que en los Sinópticos 5 o 6 solamente.
Con todo, hay que tener en cuenta otras formas en que se habla de los judíos en el contexto de su tarea trascendental, donde el término se da en forma neutra: 2,6-13 (ritos de lavado y agua viva, en la que prefigura a Jesús cómo agua viva que a de convertirse en vino/sangre de Jesús, sangre de Dios, jugo de los frutos); 7,2 (festividad de las tiendas que reemplaza a las fiestas paganas de las cosechas). Allí "judíos" no tiene nada de oprobio. Lo mismo que en el diálogo con la Samaritana: 4,22: "La salvación viene de los judíos", donde el pueblo hebreo obtiene más bien un puesto honorífico, y es clara su tarea trascendental de camino para la salvación.
Dejando estas excepciones, hay que entender la palabra como indicando a las autoridades religiosas, especialmente las de Jerusalén, hostiles a Jesús.
Se puede evidenciar esto de tres maneras:
* Personajes que étnicamente son judíos, son presentados como distintos de los judíos en 9,22 (los padres del ciego de nacimiento, que son de Jerusalén y por tanto judíos, tienen miedo a los judíos). En 5,15 el paralítico, que hacía 38 años acudía a la piscina ubicada al norte de Jerusalén (por lo tanto, habitantes de la capital de Judea desde mucho tiempo) va a informar "a los judíos"
* Se observa también un intercambio entre la denominación “judíos” y “jefes de los sacerdotes y fariseos”. En 18,3 los soldados son mandados por los jefes de los fariseos, mientras en 18,12 por “los judíos”. En 8,13 interrogan a Jesús los fariseos, pero en el curso de la misma discusión 8,22) los interlocutores de Cristo son “los judíos”.
Lo cual se confirma comparando pasos de Juan con los Sinópticos:
- Jn 18,28 – 31: “Los judíos” llevan a Jesús a Pilato.
- Mc 15,1: El sanedrín es quien conduce a Jesús ante Pilato.
- Jn 2,18: “Los judíos” intervienen después de la purificación del templo.
- Mc 11,27–28: sacerdotes, escribas y ancianos son los que lo hacen.
Como vemos el término “judíos” se encuentra relacionado a su tarea, a su rol, por eso se separa del pueblo general. Juan mantiene muy presente en el relato el sentido trascendental de la historia.
En Juan desaparecen las clases del pueblo, tan predominantes en los Sinópticos: saduceos, herodianos, zelotes, publicanos, escribas, pecadores, justos, pobres, ricos. La perspectiva divina explica esta reducción a un dualismo marcado: luz – tiniebla: verdad – mentira. No hay lugar a términos medios, ni a matizaciones.
La narración puede verse casi polarizada en este único pecado (haber renegado de Jesús), que no insiste, por ejemplo, en la hipocresía y moralidad dudosa de los adversarios (como lo hacen los Sinópticos). Se fija únicamente el rechazo de Cristo, que ellos habían practicado.
La misma pretensión de la vigencia de la ley, aún para los más cristianos (tan presente en la problemática de Gal. Rom I Cor: circuncisión, comidas en común con paganos, alimentarse de carnes inmoladas a los ídolos, etc.) no lo agita tanto como a Pablo.
Es posible percibir otro aspecto de la actitud de Juan sobre el particular en su distinción entre "los judíos" e "Israel". El segundo término está situado bajo una luz favorable, indicando la sucesión legítima en la línea del Antiguo Testamento. 1,31 muestra que el Bautista vino para que Jesús pudiera ser revelado a Israel. 1,47: Natanael es un verdadero israelita.
La insistencia en Jesús – rabbí (1,38-49; 3,2; 4,31; 6,25; 9,2; 11,8; 20,16) podría entenderse como cierto contraste con la gran asamblea de rabinos reunida en Jamnia alrededor del 90, lo que se suele llamar el “concilio de Yabne o Jamnia”[21], ya que Juan escribe en tiempos de aquel concilio.
Juan reflexiona, que si los judíos creyeran de verdad en Moisés, creerían también en él, (5,46).

21 - En Yabne o Jamnia, los saduceos se refugiaron aprovechando la amistad que tenían con los romanos, y allí luego, junto a los fariseos, estructuraron el canon de la Biblia hebrea. Aunque se suele decir que los saduceos desaparecieron tras la destrucción del templo la realidad es que sus rastros llegan a la península de Crimea, y luego a Estonia ya en tiempos recientes.

Tiempos históricos, contexto
El evangelio de Juan se escribe aproximadamente en los años 90-100, lo cual le permite al escritor sagrado contar con una perspectiva más clara de algunas situaciones que sólo podían comprenderse mirando desde allí hacia atrás.
Recordemos la evolución de las relaciones entre el cristianismo naciente y la matriz judía de la que paulatinamente se iría desprendiendo.
Inmediatamente después de Jesús se produce una oposición (Hech 4,1–9; 5,17–18).
Luego con la intervención de Gamaliel en el Sanedrín sigue un intervalo de tolerancia (5,33–40).
En Hech 8,1 vemos como se desata la persecución, pero es dirigida contra los judeo – cristianos – helenistas (ver la oposición al templo de Esteban, cuyo nombre griego indica su procedencia no judía: Hech 6,13–14; 7,48.).
La asamblea de Jerusalén (Hech 15) se puede desarrollar todavía en paz.
En el año 58, cuando va Pablo por última vez a Jerusalén, los cristianos frecuentan aún el templo (Hech 21,26). Pero, después del 70, cambian las cosas. La dura catástrofe infligida a Israel por las legiones romanas, obliga a los restos del judaísmo a la concentración. Siempre el peligro de extinción normalmente fuerza a toda religión a volverse más rígidamente ortodoxa, para poder sobrevivir. El judaísmo no era la excepción. Suprimido al templo, y sin posibilidades de sacrificios cultuales, lo esencial se reduce a la ley, que pasará a ser el factor amalgamante del judaísmo posterior. Por eso, en las actuales sinagogas, se puede ver el Arón Ha – Qodesh (= armario de santidad), donde se custodian los rollos de la Torah, en el mismo lugar preeminente, que para las Iglesias cristianas ocupa el sagrario con la presencia eucaristía de Jesucristo.
Ya para esas épocas era concebida la libertad respecto a la ley con que se había expresado un Pablo. Por lo mismo, el cristianismo se presentaba como un elemento de revolución para los cimientos mismos del judaísmo. De ahí que los judíos creyentes en Cristo fueran mirados como un factor subversivo, quintacolumnistas en lo referente a la ley.
A lo largo del 80 d. C. se nota un organizado esfuerzo por coaccionar los cristianos a que salgan de la sinagoga. Un eco de tales manejos se deja sentir en las Shemoneh Eshres (Berakot ) (=18 bendiciones), que se recitaban como la oración principal en el culto sinagogal. Después del 70 estas fueron reformuladas y la bendición 12 (más o menos alrededor del 85 d. C.) vino a ser más bien una maldición contra los “minim” (como llamaban a los herejes judeocristianos). Decía sí: "Haz que no haya esperanzas para los renegados y que el reino arrogante (= Roma) sea pronto desarraigado en nuestros días y que los Nazoreos y los minim perezcan en un instante y sean borrados del libro de la vida y que no sean inscriptos con los justos. Bendito eres tú, ¡Oh Señor! Que humillas al arrogante"[22].
Dado que esta "bendición" pertenecía al ritual de la sinagoga, un judío que creyese en Cristo, o se maldecía a sí mismo al recitarla o admitía públicamente su nueva creencia, negándose a pronunciar tal maldición sobre su propia cabeza, los cual equivalía a romper con el judaísmo.
En torno al 90, cuando el Rabbí Gamaliel IIº presidía la asamblea de Jamnia, la excomunión formal pasó a ser usual como arma contra los disidentes[23].
Hay indicios bastante claros de que Juan hace un llamado a estos judíos que creyeron en Cristo y que se encontraban perplejos entre su fe y el natural deseo de no desertar del judaísmo. Veamos algunos ejemplos:
- El énfasis de Jesús como Mesías (especialmente en 20,31, donde se expone el fin especial de este evangelio: "Esto fue escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios").
- El evangelio está destinado a fortalecer una confesión de fe que pasaba por un momento crucial. Fe que era elemento clave para permanecer o no en la sinagoga.
- El tema de Jesús enfrentando las fiestas judías, sería una voz de aliento para aquellos judíos que precisamente debían abandonar la práctica sinagogal de dichas celebraciones.
Podemos contar tres ocasiones específicas en que Juan menciona la excomunión de la sinagoga:
- 9,22: Los padres del ciego de nacimiento, temerosos de "los judíos", pues tramaban expulsar de la sinagoga a quien creyera en Jesús.
- 12,42: Dirigentes judíos que creen en Jesús, pero tienen miedo de ser expulsados. El v. 48 trae un sarcasmo al respecto: preferían la gloria de los hombres a la de Dios.
- 16,2: "Os excluirán de las sinagogas".
En 19,38 José de Arimatea es puesto en evidencia como un ejemplo de alguien que superó esta situación de cierto peligro frente a la jerarquía, pidiendo a Pilato el cuerpo de Jesús.
Es también ejemplar, -en ese contexto-, la valentía del ciego de nacimiento: cree a pesar de haber sido alejado de la sinagoga.

22 - En: C. K. Barreto, The New Testament background - Selected Documents, New Cork - 1961 - 167.
23 - Tales datos tendrán importancia para fechar el Cuarto Evangelio.

Contra heréticos cristianos?
Al analizar el evangelio de Juan algunos piensan que el evangelista estaría intentando desarticular algunas de las herejías que se habían producido en esos primeros tiempos, como la de Cerinto, gnóstico del Asia menor.
Sólo conocemos a Cerinto a través de Ireneo, del siglo II. Aquel afirmaba que Jesús era hijo de José y que Cristo era un eón celestial descendido en Jesús al momento de su bautismo, abandonándolo al morir en la cruz.
Realmente poco hay en el evangelio que refute tal doctrina. Quizás hay que ver una oposición a teorías gnósticas en la I de Juan, con su insistencia en la encarnación como santo y seña del verdadero cristiano. Tal vez lo que Irineo nos quiere decir es que, en el conjunto de la literatura joanea, había un interés por desenmascarar a Cerinto. Pero las herejías se produjeron al no comprender o mal interpretar temas teológicos muy complejos o también por el intento de algunas corrientes de compatibilizar doctrinas orientalistas con la realidad de Jesús.
Otros ven una oposición al docetismo. No se trataría de una herejía, sino, más bien de un rasgo común a varias de ellas: la renuencia a considerar lo humano y carnal en Jesucristo, por fuerte influjo del pensamiento platónico.
Contra esto se afirmaría ciertamente en el evangelio: "El Verbo se hizo carne" (1,14).
La imagen eucarística de Juan (cap. 6: comer la carne, beber la sangre) puede ser vista como contenedor de una tendencia antidocetista. En efecto, sabemos por Ignacio de Antioquia[24] que las docetas descuidaban también la Eucaristía. De esta finalidad no cabe duda en la Ira carta de Juan.
Como conclusión podemos decir que ninguna de las sugerencias, -según las cuales Juan habría tenido en vista alguna herejía-, ofrecen puntos de apoyo en la obra y estarían exentas de dudas como para ser admitidas perentoriamente.
24 - Ignacio de Antioquia, Ad sayrnaeos, VII, I.


Gentilidad y universalismo
Juan nos dice: el verbo es luz para todo hombre (1,9).
Quita los pecados del mundo (1,29); vino a salvar al mundo (3,17) y con el fin de atraer a si a todo hombre (12,33).
Ténganse en cuenta además las explícitas referencias a los gentiles:
- 7,35: (Dicho puesto con ironía joanea, en boca de los incrédulos, o sea; lo que para los adversarios es una burla es en realidad la verdad pensada desde el principio por Dios): "¿Irá a la diáspora a enseñar a los griegos?".
- 12,20–21: los griegos buscan a Jesús.
- 10,16: Otras ovejas, no pertenecientes a este redil. Pasaje que ha de ser iluminado por 11,52: Cristo debía morir, no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios, que estaban dispersos. Quizás allí hemos de ir un paso más allá comprendiendo que toda la humanidad es hija de Dios.
- 4,38: La mies es mucha en Samaría.
- 4,42: Los samaritanos saludan a Jesús como Salvador del mundo.
Como vemos Juan desborda teología y va un paso más allá, como un águila alcanzando alturas y a la vez profundidades imprescindibles para la comprensión de Jesús, y por lo tanto del Verbo. Su tarea trascendental, su divinidad, y su universalidad. La gracia, la gratuidad, el amor, la misericordia y el perdón de Dios para toda la Creación.

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