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El por que de que los hebreos caminaran 40 años en el desierto
"EN ESTE DESIERTO NO QUEDARÁ UNO: EN ÉL HAN DE MORIR"
Exploración de Canaán
Dios envía a un grupo a explorar el país de Canaán. Ésta era la tierra que Dios
iba a dar a los israelitas tal como se los había prometido.
"Yahveh habló a Moisés y le dijo:
"Envía algunos hombres, uno por cada tribu paterna, para que exploren la tierra
de Canaán que voy a dar a los israelitas. Que sean todos principales entre
ellos". Los envió Moisés, según la orden de Yahveh, desde el desierto de Parán:
todos ellos eran jefes de los israelitas." (Números 13:1-2)
"Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra. y se presentaron a
Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas, en el desierto de Parán,
en Cadés.
Les hicieron una relación a ellos y a toda la comunidad, y les mostraron los
productos del país.
Les contaron lo siguiente: "Fuimos al país al que nos enviaste, y en verdad que
mana leche y miel; éstos son sus productos. Sólo que el pueblo que habita en el
país es poderoso; las ciudades, fortificadas y muy grandes; hasta hemos visto
allí descendientes de Anaq.
El amalecita ocupa la región del Négueb; el hitita, el amorreo y el jebuseo
ocupan la montaña; el cananeo, la orilla del mar y la ribera del Jordán".
Caleb acalló al pueblo delante de Moisés, diciendo: "Subamos, y conquistaremos
el país, porque sin duda podremos con él". Pero los hombres que habían ido con
él dijeron: "No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que
nosotros". Y empezaron a hablar mal a los israelitas del país que habían
explorado, diciendo: "El país que hemos recorrido y explorado es un país que
devora a sus propios habitantes. Toda la gente que hemos visto allí es gente
alta. Hemos visto también gigantes, hijos de Anaq, de la raza de los gigantes.
Nosotros nos teníamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a
ellos"." (Números 13:25-33)
"Entonces toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar; y la gente estuvo
llorando aquella noche. Luego murmuraron todos los israelitas contra Moisés y
Aarón, y les dijo toda la comunidad: "¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto! Y si
no, ¡ojalá hubiéramos muerto en el desierto! ¿Por qué Yahveh nos trae a este
país para hacernos caer a filo de espada y que nuestras mujeres y niños caigan
en cautiverio? ¿No es mejor que volvamos a Egipto?" Y se decían unos a otros:
"Nombremos a uno jefe y volvamos a Egipto".
Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra delante de toda la asamblea de la
comunidad de los israelitas. Pero Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Yefunné,
que eran de los que habían explorado el país, rasgaron sus vestiduras dijeron a
toda la comunidad de los israelitas: "La tierra que hemos recorrido y explorado
es muy buena tierra. Si Yahveh nos es favorable, nos llevará a esa tierra y nos
la entregará. Es una tierra que mana leche y miel. No os rebeléis contra Yahveh,
ni temáis a la gente del país, porque son pan comido. Se ha retirado de ellos su
sombra, y en cambio Yahveh está con nosotros. No tengáis miedo".
Toda la comunidad hablaba de apedrearlos, cuando la gloria de Yahveh se apareció
en la Tienda del Encuentro, a todos los israelitas. Y dijo Yahveh a Moisés:
"¿Hasta cuándo me va a despreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de
mí, con todas las señales que he hecho entre ellos? Los heriré de peste y los
desheredaré. Pero a ti te convertiré en un pueblo más grande y poderoso que
ellos". Moisés respondió a Yahveh: "Pero los egipcios saben muy bien que, con tu
poder, sacaste a este pueblo de en medio de ellos. Se lo han contado a los
habitantes de este país. Estos se han enterado de que tú, Yahveh, estás en medio
de este pueblo, y te das a ver cara a cara; de que tú, Yahveh, permaneces en tu
Nube sobre ellos, y caminas delante de ellos de día en la columna de Nube, y por
la noche en la columna de fuego. Si haces perecer a este pueblo como un solo
hombre, dirán los pueblos que han oído hablar de ti: Yahveh, como no ha podido
introducir a ese pueblo en la tierra que les había prometido con juramento, los
ha matado en el desierto". Muestra, pues, ahora tu poder, mi Señor, como
prometiste diciendo: Yahveh es tardo a la cólera y rico en bondad, tolera
iniquidad y rebeldía; aunque nada deja sin castigo, castigando la iniquidad de
los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación". Perdona, pues, la
iniquidad de este pueblo conforme a la grandeza de tu bondad, como has soportado
a este pueblo desde Egipto hasta aquí". Yahveh: "Le perdono, según tus palabras.
Pero, vivo yo y la gloria de Yahveh llena toda la tierra, ninguno de los que han
visto mi gloria y las señales que he realizado en Egipto y en el desierto, que
me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, verá la tierra
que prometí con juramento a sus padres. No la verá ninguno de los que me han
despreciado. Pero a mi siervo Caleb, ya que fue animado de otro espíritu y me
obedeció puntualmente, le haré entrar en la tierra donde estuvo, y su
descendencia la poseerá. El amalecita y el cananeo habitan en el llano. Mañana,
volveos y partid para el desierto, camino del mar de Suf". Yahveh habló a Moisés
y Aarón y dijo: "¿Hasta cuándo esta comunidad perversa, que está murmurando
contra mí? He oído las quejas de los israelitas, que están murmurando contra mí.
Diles: Por mi vida -oráculo de Yahveh- que he de hacer con vosotros lo que
habéis hablado a mis oídos. Por haber murmurado contra mí, en este desierto
caerán vuestros cadáveres, los de todos los que fuisteis revistados y contados,
de veinte años para arriba. Os juro que no entraréis en la tierra en la que,
mano en alto, juré estableceros. Sólo a Caleb, hijo de Yefunné y a Josué, hijo
de Nun, y a vuestros pequeñuelos, de los que dijisteis que caerían en
cautiverio, los introduciré, y conocerán la tierra que vosotros habéis
despreciado. Vuestros cadáveres caerán en este desierto, y vuestros hijos serán
nómadas cuarenta años en el desierto, cargando con vuestra infidelidad, hasta
que no falte uno solo de vuestros cadáveres en el desierto. Según el número de
los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días, cargaréis cuarenta
años con vuestros pecados, un año por cada día. Así sabréis lo que es apartarse
de mí. Yo, Yahveh, he hablado. Eso es lo que haré con toda esta comunidad
perversa, amotinada contra mí. En este desierto no quedará uno: en él han de
morir".
Los hombres que había enviado Moisés a explorar la tierra, que al volver habían
incitado a toda la comunidad a murmurar contra él, poniéndose a hablar mal del
país, aquellos hombres que habían hablado mal del país, cayeron muertos delante
de Yahveh. En cambio, Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Yefunné,
sobrevivieron de entre los hombres que habían ido a explorar la tierra. Refirió
Moisés estas palabras a todos los israelitas y se afligió mucho el pueblo.
Madrugaron y subieron a la cumbre del monte, diciendo: "Vamos a subir a ese
lugar respecto del cual ha dicho Yahveh que hemos pecado". Moisés les respondió:
"¿Por qué hacéis eso, pasando por encima de la orden de Yahveh? Eso no tendrá
buen éxito. No subáis, porque Yahveh no está en medio de vosotros, no vayáis a
ser derrotados frente a vuestros enemigos. Porque el amalecita y el cananeo
están allí contra vosotros, y caeréis a filo de espada, pues después de haber
abandonado vosotros a Yahveh, Yahveh no está con vosotros". Pero ellos se
obstinaron en subir a la cumbre del monte. Ni el arca de la alianza de Yahveh,
ni Moisés se movieron del campamento. Bajaron los amalecitas y los cananeos que
habitaban en aquella montaña, los batieron y los destrozaron hasta llegar a
Jormá." (Números 14:1-45)
En este párrafo se encuentra el motivo de los cuarenta años en el desierto.
Los israelitas, otra vez, reniegan de Dios y desconfían de Él. Nuevamente
olvidan que no hay opción y que, por más que argumenten o busquen excusas, no
van a poder volver a Egipto. Dios no lo va a permitir, ya se los ha dicho; pero
su gente no termina de entender. Este pueblo no logra comprender y resignarse a
la idea de que Dios tiene para ellos una tarea y que no los va a liberar de ella
hasta que la hayan realizado, y concluido exitosamente. No hay lugar para el
fallo, para el fracaso. En el plan de Dios ellos ya habían vencido y eliminado a
los pueblos de esa zona, pueblos que habían caído en la degradación, pueblos que
no tenían redención posible. Para Dios esto era casi un trámite, pero un trámite
inexorable, no había ninguna posibilidad de desistir de esta empresa. Pero lo
más grave, era, que no lo hacían con la frente en alto, sino a regañadientes,
llorando y pataleando, como un niño malcriado, excepto unos pocos, como Josué,
Num y Caleb, quienes tenían fe en Yahveh y sabían que debían obedecer lo que
Dios mandaba.
Al mirar toda la situación se me ocurren dos cosas. Por un lado, Dios continúa
mostrando su enorme poder, por supuesto, obligando a este pueblo a que persevere
en esta "marcha por el desierto" haciendo una campaña militar de tierra
arrasada. Su ejército, el ejército de Dios, el cual había sido, por decirlo así,
entrenado en Egipto a través de cuatrocientos años de opresión.
Cuatrocientos años de casi esclavitud que habían forjado su carácter, era obvio,
que habían generado gente dura, capaces de todo, un ejército de temer. Esto era
necesario, porque los pueblos a los que iban a tener que enfrentarse eran,
también, belicosos, peligrosos, y de costumbres sanguinarias, no había lugar
para "blandos".
Por otra parte, Dios se asegura de que los peores del pueblo elegido, los menos
evolucionados, los que menos fe tuviesen, los menos confiables, no formen parte
de los fundadores de la Tierra Prometida, ya que, declara: ""En este desierto no
quedará uno: en él han de morir"" (Números 14:35). Y se asegura de que eso
ocurra a la vista de todos, tanto de los propios, el pueblo israelita, como a la
vista de "los otros", los otros pueblos que miraban lo que pasaba. ¿Cómo es esto
de que ocurra a la vista de todos? Pensemos: si tenemos en cuenta que Dios, para
eliminar a uno, o a un grupo, no necesita cuarenta años -ya lo ha demostrado-,
sin embargo se toma cuarenta años para hacerlo, es porque algo quiere demostrar.
Posiblemente, es que de todos los que salieron de Egipto, de todos esos adultos,
que son conocidos por "los otros", y que "los otros" conocen y saben que más de
uno era politeísta, adorador de dioses prohibidos por Yahveh, esos y sólo esos,
no tomen posesión de la Tierra Prometida. Ésta debe ser obtenida por gente que
tiene fe en Yahveh, o al menos, que no llegue con una carga tan pesada como la
que traían los que salieron de Egipto.
Me imagino el típico comentario de: "Quién se cree ése que es, si yo lo conozco
bien, ése estaba en Egipto y adoraba a los dioses egipcios, y ahora dice que
Yahveh es su único dios. No le creo nada", o cosas por el estilo. Parece una
tontería, pero no lo es, estamos hablando de actos, en esta historia, muy
graves. Ser adorador de otros dioses era penado con la muerte por Dios, y de
hecho esta campaña militar tenía ese fin, para eliminar de la manera más
eficiente posible a la adoración de dioses falsos, las costumbres bárbaras y
sangrientas. Era como una lucha entre el bien y el mal. La eterna lucha entre el
bien y el mal. El bien encarnado en Yahveh y las nuevas costumbres, ritos y
leyes, y el mal representado por todos esos pueblos sangrientos que eran capaces
de ofrecer en sacrificio a sus bebés a dioses como Molec.
El ejército de Dios debía ser santo o perecer, ya que su tarea era una cruzada,
una cruzada santa, una cruzada contra el mal.
Este concepto de bien y mal parece muy básico, pero en este mundo donde hay una
permanente dualidad de: bien, mal, lindo, feo, blanco, negro, derecha,
izquierda..., queda en evidencia que entre dos extremos hay grises. El punto es,
me parece, que en ese lugar había un desbalance y las cosas se habían corrido
demasiado hacia el extremo negativo.
***
Pienso ahora, si las cruzadas de la Edad Media, de la Iglesia Católica, no
habrán tenido como inspiración o modelo esta cruzada de los israelitas. Si la
Iglesia Católica no asumió que la tarea no se había terminado y que debía
continuarse contra los "herejes", asumiendo una tarea que Dios había mandado.
Nunca debemos olvidar que el catolicismo es la continuación del judaísmo, ya que
en realidad la religión es la misma, sólo que los judíos no reconocieron al
Mesías, Jesús, y los católicos sí, y por ese motivo se separaron. Mientras los
judíos siguen esperando al Mesías, los católicos avanzan con la línea trazada
desde el principio.
***
"Los israelitas, toda la comunidad,
llegaron al desierto de Sin el mes primero, y se quedó todo el pueblo en Cadés.
Allí murió María y allí la enterraron.
No había agua para la comunidad, por lo que se amotinaron contra Moisés y contra
Aarón.
El pueblo protestó contra Moisés, diciéndole: "Ojalá hubiéramos perecido igual
que perecieron nuestros hermanos delante de Yahveh. ¿Por qué habéis traído la
asamblea de Yahveh a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestros
ganados? ¿Por qué nos habéis subido de Egipto, para traernos a este lugar
pésimo: un lugar donde no hay sembrado, ni higuera, ni viña, ni ganado, y donde
no hay ni agua para beber?"
Moisés y Aarón dejaron la asamblea, se fueron a la entrada de la Tienda del
Encuentro, y cayeron rostro en tierra. Y se les apareció la gloria de Yahveh.
Yahveh habló con Moisés y le dijo: "Toma la vara y reúne a la comunidad, tú con
tu hermano Aarón. Hablad luego a la peña en presencia de ellos, y ella dará sus
aguas. Harás brotar para ellos agua de la peña, y darás de beber a la comunidad
y a sus ganados".
Tomó Moisés la vara de la presencia de Yahveh como se lo había mandado.
Convocaron Moisés y Aarón la asamblea ante la peña y él les dijo: "Escuchadme,
rebeldes. ¿Haremos brotar de esta peña agua para vosotros?" Y Moisés alzó la
mano y golpeó la peña con su vara dos veces. El agua brotó en abundancia, y
bebió la comunidad y su ganado.
Dijo Yahveh a Moisés y Aarón: "Por no haber confiado en mí, honrándome ante los
israelitas, os aseguro que no guiaréis a esta asamblea hasta la tierra que les
he dado"." (Números 20:1-12)
Queda claro que ni Aaron ni Moisés debían llegar a la Tierra Prometida. Dios
les hace saber a ambos que le habían fallado y que por eso no entrarían en la
tierra que había prometido a su pueblo. Es más, Aaron muere es la frontera con
Edom, cerca de donde había ocurrido la rebelión del agua de Meribá.
Habían pasado rodeando Edom, pueblo al que los israelitas no agreden, por lo que
debemos pensar que debían ser "rescatables". Pero al llegar al Negueb, el rey de
Arab los ataca y toman algunos israelitas prisioneros. Con estos sí combaten y
destruyen sus ciudades.
Luego, al continuar su marcha:
"Partieron de Hor de la Montaña,
camino del mar de Suf, rodeando la tierra de Edom. El pueblo se impacientó por
el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos habéis
subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y
estamos cansados de ese manjar miserable".
Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al
pueblo; y murió mucha gente de Israel.
El pueblo fue a decirle a Moisés: "Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh
y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes,"
Moisés intercedió por el pueblo. Y dijo Yahveh a Moisés: "Hazte un Abrasador y
ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá".
Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente
mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida."
(Números 21:4-9)
¿No hemos escuchado esto antes? "¿Por qué nos habéis subido de Egipto para
morir en el desierto?", otra vez…, sí, otra vez, y lo vamos a escuchar muchas
veces más. No hay caso. Esta gente no aprende. Pero tiene que hacerlo, o por su
propia voluntad, o por voluntad de Dios. Sin embargo, no aprenden.
Así va a ser toda la marcha en el desierto, los cuarenta años, una y otra vez,
Dios les entrega una ciudad o varias, ellos la toman gracias a que Él está con
ellos. Pero, luego, o antes, se quejan, Dios se enoja porque nuevamente lo
decepcionan, los castiga, vuelven a agachar la cabeza, piden disculpas, hacen lo
que tienen que hacer, y el círculo se cierra y recomienza otra vez.
Estos ciclos que se reiteran los vamos a ver infinidad de veces.
Lo triste de ellos, es la violencia inherente, las muertes, las ciudades
arrasadas. En este camino de eliminación de la idolatría de dioses falsos Dios
ha dejado un río de sangre.
***
Leer la Biblia, tratando de comprenderla, analizando, no sólo lo que dice sino,
también lo que no dice, es una tarea absolutamente abrumadora. Por un lado, es
maravilloso presenciar cómo Dios arma determinadas historias para que se cumplan
sus designios y ejemplos. Pero por otra parte, se descubre que toda la gente, el
material humano, de esa pequeña parte del mundo, dejaba mucho que desear. Los
pueblos de esa región eran tremendamente primitivos, abocados a cultos
primitivos y sanguinarios, y verlos entregados a prácticas violentas puede
llegar a ser, cuanto menos, agobiante.
Leerle todas estas historias a mi hijo Lautaro de diez años, tratando de
dilucidar, qué leerle de manera textual, qué interpretar, y qué directamente
ocultarle, me cansó un poco.
Cada vez que le leo a Lautaro esta frase "¿Por qué nos habéis subido de Egipto
para morir en el desierto?", Lautaro se toma la cabeza, y nos reímos, pero la
realidad está lejos de la risa.
Se pueden imaginar lo que me costó leerle esta "marcha por el desierto" a
Lautaro sin que tuviese pesadillas.
Porque yo las tuve…