• Un único Dios ISBN 9789873324383, y El observador ISBN 9789873324376
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La biblia y el pueblo elegido

El por que de que los hebreos caminaran 40 años en el desierto


"EN ESTE DESIERTO NO QUEDARÁ UNO: EN ÉL HAN DE MORIR"

Exploración de Canaán

Dios envía a un grupo a explorar el país de Canaán. Ésta era la tierra que Dios iba a dar a los israelitas tal como se los había prometido.

"Yahveh habló a Moisés y le dijo: "Envía algunos hombres, uno por cada tribu paterna, para que exploren la tierra de Canaán que voy a dar a los israelitas. Que sean todos principales entre ellos". Los envió Moisés, según la orden de Yahveh, desde el desierto de Parán: todos ellos eran jefes de los israelitas." (Números 13:1-2)

"Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra. y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas, en el desierto de Parán, en Cadés.
Les hicieron una relación a ellos y a toda la comunidad, y les mostraron los productos del país.
Les contaron lo siguiente: "Fuimos al país al que nos enviaste, y en verdad que mana leche y miel; éstos son sus productos. Sólo que el pueblo que habita en el país es poderoso; las ciudades, fortificadas y muy grandes; hasta hemos visto allí descendientes de Anaq.
El amalecita ocupa la región del Négueb; el hitita, el amorreo y el jebuseo ocupan la montaña; el cananeo, la orilla del mar y la ribera del Jordán".
Caleb acalló al pueblo delante de Moisés, diciendo: "Subamos, y conquistaremos el país, porque sin duda podremos con él". Pero los hombres que habían ido con él dijeron: "No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros". Y empezaron a hablar mal a los israelitas del país que habían explorado, diciendo: "El país que hemos recorrido y explorado es un país que devora a sus propios habitantes. Toda la gente que hemos visto allí es gente alta. Hemos visto también gigantes, hijos de Anaq, de la raza de los gigantes. Nosotros nos teníamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a ellos"." (Números 13:25-33)

"Entonces toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar; y la gente estuvo llorando aquella noche. Luego murmuraron todos los israelitas contra Moisés y Aarón, y les dijo toda la comunidad: "¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto! Y si no, ¡ojalá hubiéramos muerto en el desierto! ¿Por qué Yahveh nos trae a este país para hacernos caer a filo de espada y que nuestras mujeres y niños caigan en cautiverio? ¿No es mejor que volvamos a Egipto?" Y se decían unos a otros: "Nombremos a uno jefe y volvamos a Egipto".
Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra delante de toda la asamblea de la comunidad de los israelitas. Pero Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Yefunné, que eran de los que habían explorado el país, rasgaron sus vestiduras dijeron a toda la comunidad de los israelitas: "La tierra que hemos recorrido y explorado es muy buena tierra. Si Yahveh nos es favorable, nos llevará a esa tierra y nos la entregará. Es una tierra que mana leche y miel. No os rebeléis contra Yahveh, ni temáis a la gente del país, porque son pan comido. Se ha retirado de ellos su sombra, y en cambio Yahveh está con nosotros. No tengáis miedo".
Toda la comunidad hablaba de apedrearlos, cuando la gloria de Yahveh se apareció en la Tienda del Encuentro, a todos los israelitas. Y dijo Yahveh a Moisés: "¿Hasta cuándo me va a despreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, con todas las señales que he hecho entre ellos? Los heriré de peste y los desheredaré. Pero a ti te convertiré en un pueblo más grande y poderoso que ellos". Moisés respondió a Yahveh: "Pero los egipcios saben muy bien que, con tu poder, sacaste a este pueblo de en medio de ellos. Se lo han contado a los habitantes de este país. Estos se han enterado de que tú, Yahveh, estás en medio de este pueblo, y te das a ver cara a cara; de que tú, Yahveh, permaneces en tu Nube sobre ellos, y caminas delante de ellos de día en la columna de Nube, y por la noche en la columna de fuego. Si haces perecer a este pueblo como un solo hombre, dirán los pueblos que han oído hablar de ti: Yahveh, como no ha podido introducir a ese pueblo en la tierra que les había prometido con juramento, los ha matado en el desierto". Muestra, pues, ahora tu poder, mi Señor, como prometiste diciendo: Yahveh es tardo a la cólera y rico en bondad, tolera iniquidad y rebeldía; aunque nada deja sin castigo, castigando la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación". Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo conforme a la grandeza de tu bondad, como has soportado a este pueblo desde Egipto hasta aquí". Yahveh: "Le perdono, según tus palabras. Pero, vivo yo y la gloria de Yahveh llena toda la tierra, ninguno de los que han visto mi gloria y las señales que he realizado en Egipto y en el desierto, que me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, verá la tierra que prometí con juramento a sus padres. No la verá ninguno de los que me han despreciado. Pero a mi siervo Caleb, ya que fue animado de otro espíritu y me obedeció puntualmente, le haré entrar en la tierra donde estuvo, y su descendencia la poseerá. El amalecita y el cananeo habitan en el llano. Mañana, volveos y partid para el desierto, camino del mar de Suf". Yahveh habló a Moisés y Aarón y dijo: "¿Hasta cuándo esta comunidad perversa, que está murmurando contra mí? He oído las quejas de los israelitas, que están murmurando contra mí. Diles: Por mi vida -oráculo de Yahveh- que he de hacer con vosotros lo que habéis hablado a mis oídos. Por haber murmurado contra mí, en este desierto caerán vuestros cadáveres, los de todos los que fuisteis revistados y contados, de veinte años para arriba. Os juro que no entraréis en la tierra en la que, mano en alto, juré estableceros. Sólo a Caleb, hijo de Yefunné y a Josué, hijo de Nun, y a vuestros pequeñuelos, de los que dijisteis que caerían en cautiverio, los introduciré, y conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado. Vuestros cadáveres caerán en este desierto, y vuestros hijos serán nómadas cuarenta años en el desierto, cargando con vuestra infidelidad, hasta que no falte uno solo de vuestros cadáveres en el desierto. Según el número de los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días, cargaréis cuarenta años con vuestros pecados, un año por cada día. Así sabréis lo que es apartarse de mí. Yo, Yahveh, he hablado. Eso es lo que haré con toda esta comunidad perversa, amotinada contra mí. En este desierto no quedará uno: en él han de morir".
Los hombres que había enviado Moisés a explorar la tierra, que al volver habían incitado a toda la comunidad a murmurar contra él, poniéndose a hablar mal del país, aquellos hombres que habían hablado mal del país, cayeron muertos delante de Yahveh. En cambio, Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Yefunné, sobrevivieron de entre los hombres que habían ido a explorar la tierra. Refirió Moisés estas palabras a todos los israelitas y se afligió mucho el pueblo.
Madrugaron y subieron a la cumbre del monte, diciendo: "Vamos a subir a ese lugar respecto del cual ha dicho Yahveh que hemos pecado". Moisés les respondió: "¿Por qué hacéis eso, pasando por encima de la orden de Yahveh? Eso no tendrá buen éxito. No subáis, porque Yahveh no está en medio de vosotros, no vayáis a ser derrotados frente a vuestros enemigos. Porque el amalecita y el cananeo están allí contra vosotros, y caeréis a filo de espada, pues después de haber abandonado vosotros a Yahveh, Yahveh no está con vosotros". Pero ellos se obstinaron en subir a la cumbre del monte. Ni el arca de la alianza de Yahveh, ni Moisés se movieron del campamento. Bajaron los amalecitas y los cananeos que habitaban en aquella montaña, los batieron y los destrozaron hasta llegar a Jormá." (Números 14:1-45)

En este párrafo se encuentra el motivo de los cuarenta años en el desierto. Los israelitas, otra vez, reniegan de Dios y desconfían de Él. Nuevamente olvidan que no hay opción y que, por más que argumenten o busquen excusas, no van a poder volver a Egipto. Dios no lo va a permitir, ya se los ha dicho; pero su gente no termina de entender. Este pueblo no logra comprender y resignarse a la idea de que Dios tiene para ellos una tarea y que no los va a liberar de ella hasta que la hayan realizado, y concluido exitosamente. No hay lugar para el fallo, para el fracaso. En el plan de Dios ellos ya habían vencido y eliminado a los pueblos de esa zona, pueblos que habían caído en la degradación, pueblos que no tenían redención posible. Para Dios esto era casi un trámite, pero un trámite inexorable, no había ninguna posibilidad de desistir de esta empresa. Pero lo más grave, era, que no lo hacían con la frente en alto, sino a regañadientes, llorando y pataleando, como un niño malcriado, excepto unos pocos, como Josué, Num y Caleb, quienes tenían fe en Yahveh y sabían que debían obedecer lo que Dios mandaba.

Al mirar toda la situación se me ocurren dos cosas. Por un lado, Dios continúa mostrando su enorme poder, por supuesto, obligando a este pueblo a que persevere en esta "marcha por el desierto" haciendo una campaña militar de tierra arrasada. Su ejército, el ejército de Dios, el cual había sido, por decirlo así, entrenado en Egipto a través de cuatrocientos años de opresión.

Cuatrocientos años de casi esclavitud que habían forjado su carácter, era obvio, que habían generado gente dura, capaces de todo, un ejército de temer. Esto era necesario, porque los pueblos a los que iban a tener que enfrentarse eran, también, belicosos, peligrosos, y de costumbres sanguinarias, no había lugar para "blandos".
Por otra parte, Dios se asegura de que los peores del pueblo elegido, los menos evolucionados, los que menos fe tuviesen, los menos confiables, no formen parte de los fundadores de la Tierra Prometida, ya que, declara: ""En este desierto no quedará uno: en él han de morir"" (Números 14:35). Y se asegura de que eso ocurra a la vista de todos, tanto de los propios, el pueblo israelita, como a la vista de "los otros", los otros pueblos que miraban lo que pasaba. ¿Cómo es esto de que ocurra a la vista de todos? Pensemos: si tenemos en cuenta que Dios, para eliminar a uno, o a un grupo, no necesita cuarenta años -ya lo ha demostrado-, sin embargo se toma cuarenta años para hacerlo, es porque algo quiere demostrar. Posiblemente, es que de todos los que salieron de Egipto, de todos esos adultos, que son conocidos por "los otros", y que "los otros" conocen y saben que más de uno era politeísta, adorador de dioses prohibidos por Yahveh, esos y sólo esos, no tomen posesión de la Tierra Prometida. Ésta debe ser obtenida por gente que tiene fe en Yahveh, o al menos, que no llegue con una carga tan pesada como la que traían los que salieron de Egipto.

Me imagino el típico comentario de: "Quién se cree ése que es, si yo lo conozco bien, ése estaba en Egipto y adoraba a los dioses egipcios, y ahora dice que Yahveh es su único dios. No le creo nada", o cosas por el estilo. Parece una tontería, pero no lo es, estamos hablando de actos, en esta historia, muy graves. Ser adorador de otros dioses era penado con la muerte por Dios, y de hecho esta campaña militar tenía ese fin, para eliminar de la manera más eficiente posible a la adoración de dioses falsos, las costumbres bárbaras y sangrientas. Era como una lucha entre el bien y el mal. La eterna lucha entre el bien y el mal. El bien encarnado en Yahveh y las nuevas costumbres, ritos y leyes, y el mal representado por todos esos pueblos sangrientos que eran capaces de ofrecer en sacrificio a sus bebés a dioses como Molec.
El ejército de Dios debía ser santo o perecer, ya que su tarea era una cruzada, una cruzada santa, una cruzada contra el mal.
Este concepto de bien y mal parece muy básico, pero en este mundo donde hay una permanente dualidad de: bien, mal, lindo, feo, blanco, negro, derecha, izquierda..., queda en evidencia que entre dos extremos hay grises. El punto es, me parece, que en ese lugar había un desbalance y las cosas se habían corrido demasiado hacia el extremo negativo.

***

Pienso ahora, si las cruzadas de la Edad Media, de la Iglesia Católica, no habrán tenido como inspiración o modelo esta cruzada de los israelitas. Si la Iglesia Católica no asumió que la tarea no se había terminado y que debía continuarse contra los "herejes", asumiendo una tarea que Dios había mandado.
Nunca debemos olvidar que el catolicismo es la continuación del judaísmo, ya que en realidad la religión es la misma, sólo que los judíos no reconocieron al Mesías, Jesús, y los católicos sí, y por ese motivo se separaron. Mientras los judíos siguen esperando al Mesías, los católicos avanzan con la línea trazada desde el principio.

***

"Los israelitas, toda la comunidad, llegaron al desierto de Sin el mes primero, y se quedó todo el pueblo en Cadés.
Allí murió María y allí la enterraron.
No había agua para la comunidad, por lo que se amotinaron contra Moisés y contra Aarón.
El pueblo protestó contra Moisés, diciéndole: "Ojalá hubiéramos perecido igual que perecieron nuestros hermanos delante de Yahveh. ¿Por qué habéis traído la asamblea de Yahveh a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestros ganados? ¿Por qué nos habéis subido de Egipto, para traernos a este lugar pésimo: un lugar donde no hay sembrado, ni higuera, ni viña, ni ganado, y donde no hay ni agua para beber?"
Moisés y Aarón dejaron la asamblea, se fueron a la entrada de la Tienda del Encuentro, y cayeron rostro en tierra. Y se les apareció la gloria de Yahveh. Yahveh habló con Moisés y le dijo: "Toma la vara y reúne a la comunidad, tú con tu hermano Aarón. Hablad luego a la peña en presencia de ellos, y ella dará sus aguas. Harás brotar para ellos agua de la peña, y darás de beber a la comunidad y a sus ganados".
Tomó Moisés la vara de la presencia de Yahveh como se lo había mandado.
Convocaron Moisés y Aarón la asamblea ante la peña y él les dijo: "Escuchadme, rebeldes. ¿Haremos brotar de esta peña agua para vosotros?" Y Moisés alzó la mano y golpeó la peña con su vara dos veces. El agua brotó en abundancia, y bebió la comunidad y su ganado.
Dijo Yahveh a Moisés y Aarón: "Por no haber confiado en mí, honrándome ante los israelitas, os aseguro que no guiaréis a esta asamblea hasta la tierra que les he dado"." (Números 20:1-12)

Queda claro que ni Aaron ni Moisés debían llegar a la Tierra Prometida. Dios les hace saber a ambos que le habían fallado y que por eso no entrarían en la tierra que había prometido a su pueblo. Es más, Aaron muere es la frontera con Edom, cerca de donde había ocurrido la rebelión del agua de Meribá.
Habían pasado rodeando Edom, pueblo al que los israelitas no agreden, por lo que debemos pensar que debían ser "rescatables". Pero al llegar al Negueb, el rey de Arab los ataca y toman algunos israelitas prisioneros. Con estos sí combaten y destruyen sus ciudades.

Luego, al continuar su marcha:

"Partieron de Hor de la Montaña, camino del mar de Suf, rodeando la tierra de Edom. El pueblo se impacientó por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos cansados de ese manjar miserable".
Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel.
El pueblo fue a decirle a Moisés: "Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes," Moisés intercedió por el pueblo. Y dijo Yahveh a Moisés: "Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá".
Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida." (Números 21:4-9)

¿No hemos escuchado esto antes? "¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto?", otra vez…, sí, otra vez, y lo vamos a escuchar muchas veces más. No hay caso. Esta gente no aprende. Pero tiene que hacerlo, o por su propia voluntad, o por voluntad de Dios. Sin embargo, no aprenden.
Así va a ser toda la marcha en el desierto, los cuarenta años, una y otra vez, Dios les entrega una ciudad o varias, ellos la toman gracias a que Él está con ellos. Pero, luego, o antes, se quejan, Dios se enoja porque nuevamente lo decepcionan, los castiga, vuelven a agachar la cabeza, piden disculpas, hacen lo que tienen que hacer, y el círculo se cierra y recomienza otra vez.
Estos ciclos que se reiteran los vamos a ver infinidad de veces.
Lo triste de ellos, es la violencia inherente, las muertes, las ciudades arrasadas. En este camino de eliminación de la idolatría de dioses falsos Dios ha dejado un río de sangre.

***

Leer la Biblia, tratando de comprenderla, analizando, no sólo lo que dice sino, también lo que no dice, es una tarea absolutamente abrumadora. Por un lado, es maravilloso presenciar cómo Dios arma determinadas historias para que se cumplan sus designios y ejemplos. Pero por otra parte, se descubre que toda la gente, el material humano, de esa pequeña parte del mundo, dejaba mucho que desear. Los pueblos de esa región eran tremendamente primitivos, abocados a cultos primitivos y sanguinarios, y verlos entregados a prácticas violentas puede llegar a ser, cuanto menos, agobiante.
Leerle todas estas historias a mi hijo Lautaro de diez años, tratando de dilucidar, qué leerle de manera textual, qué interpretar, y qué directamente ocultarle, me cansó un poco.
Cada vez que le leo a Lautaro esta frase "¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto?", Lautaro se toma la cabeza, y nos reímos, pero la realidad está lejos de la risa.
Se pueden imaginar lo que me costó leerle esta "marcha por el desierto" a Lautaro sin que tuviese pesadillas.
Porque yo las tuve…

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