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Jesus y la Ley - La Biblia
LAS REGLAS DEL JUEGO. ¿Y la ley?
Observemos este discurso de Jesús y el cambio de paradigma que conlleva.
"Viendo la muchedumbre, subió al
monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les
enseñaba diciendo:
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán
sacia-dos.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos
de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira
toda cla-se de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues
de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros." (Mateo
5:1-12)
Es impresionante la diferencia de conceptos: "Bienaventurados los mansos",
pense-mos en la belicosidad que hemos presenciado en todas estas páginas, y
ahora Jesús les dice: "¡Bienaventurados los mansos!, ¡bienaventurados los
misericordiosos!". Empezamos a ver el motivo por lo que no les caería bien a los
que ostentaban el poder en ese momento.
Sigamos.
""Habéis oído que se dijo a los
antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os
digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal;
pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le
llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu
ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a
reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y pre-sentas tu ofrenda. Ponte
enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea
que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la
cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último
céntimo.
"Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que
mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si,
pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te
conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea
arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y
arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que
todo tu cuerpo vaya a la gehenna.
"También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.
Yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la
hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.
"Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que
cumplirás al Señor tus juramentos. Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni
por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel
de sus pies; ni por Jerusalén, por-que es la ciudad del gran rey. Ni tampoco
jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco
o negro. Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene
del Maligno.
"Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no
resis-táis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele
también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale
también el manto; y al que te obli-gue a andar una milla vete con él dos. A
quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.
"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os
di-go: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis
hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y
llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no
saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso
mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto
vuestro Padre celestial." (Mateo 5:21-48)
Aquí hay, claramente, un cambio sobre las leyes. Estas modificaciones debían
poner, cuanto menos, a mucha gente nerviosa, porque si el que hablaba era
realmente el Mesías, debería hacerse como él decía, y eso les iba a causar
algunos problemas a los que estaban muy aferrados a las tradiciones.
Hay más…
""Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no
tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna,
no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sina-gogas
y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo
que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre,
que ve en lo secreto, te recompensará.
"Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los
hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a
orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que
está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y
al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su
palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe
lo que necesitáis antes de pedírselo.
"Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu
Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan
cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos
perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos
del mal.
"Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a
voso-tros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco
vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
"Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su
rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su
paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que
tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo se-creto, te recompensará.
"No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que
corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el
cielo, donde no hay poli-lla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y
roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
"La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará
luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la
luz que hay en ti es oscuri-dad, ¡qué oscuridad habrá! Nadie puede servir a dos
señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y
despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
"Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por
vues-tro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y
el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni
cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más
que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por
qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni
hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de
ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios
así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis,
pues, preocu-pados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué
vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe
vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su
Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os
preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene
bastante con su propio mal."" (Mateo 6:1-34)
O sea, está mal ser rico, hay que perdonar a los deudores, la limosna y la
oración debe hacerse sin que otros vean, con discreción…, esto no podía estar
ocurriendo, algo andaba mal, éste no podía ser el Mesías. El Mesías que ellos
esperaban debía decir todo lo contra-rio. Este Mesías no les iba a servir. ¿Cómo
es que ser rico está mal? No puede ser. "¡No podéis servir a Dios y al Dinero!"
Y más…
""No juzguéis, para que no seáis
juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis se-réis juzgados, y con la
medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el
ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a
decir a tu hermano: "Deja que te saque la brizna del ojo", teniendo la viga en
el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para
sacar la brizna del ojo de tu hermano.
"No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los
puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os
despedacen.
"Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el
que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso
alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide
un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas
buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará
cosas buenas a los que se las pidan!
"Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también
vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
"Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué
estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los
que lo encuentran.
"Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se
recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da
frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede
producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que
no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los
reconoceréis.
"No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino
el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?". Y entonces les declararé:
"¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
"Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será
como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron
los torrentes, so-plaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero
ella no cayó, porque estaba ci-mentada sobre roca. Y todo el que oiga estas
palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que
edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los to-rrentes, soplaron
los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su rui-na". Y
sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su
doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus
escribas"." (Ma-teo 7:1-29)
Está claro que nadie tiene asegurado nada, hasta los profetas serán juzgados
llegado el momento. Esto es correcto porque en definitiva son hombres, pero lo
que conmociona es que ante el pueblo, los sacerdotes y los profetas tenían un
halo de protección, se considera-ba que ellos eran los justos y los demás eran
los pecadores. Luego de Jesús el pueblo puede mirar a los sacerdotes y profetas
como iguales. Nosotros seremos pecadores pero puede que ustedes también. El dedo
acusador de los sacerdotes "ustedes los pecadores" es puesto en duda. La lección
es que Dios ve en nuestro corazón nuestras verdaderas intenciones, a Él no se le
puede ocultar ni engañar, él no va a escuchar nuestras explicaciones, Él sabe
perfec-tamente qué fue lo que motivó nuestras acciones y nos conoce mejor que
nosotros mismos.
Pronto se nota que rápidamente lo sigue mucha gente y que además esa muchedumbre
se da cuenta de que él tiene autoridad para hablar, que no habla simplemente por
hablar.
"Cuando bajó del monte, fue
siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante
él, diciendo: "Señor, si quieres puedes limpiarme". El extendió la mano, le tocó
y dijo: "Quiero, queda limpio". Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús
le dice: "Mira, no se los digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y
presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.
Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: "Señor, mi
cria-do yace en casa paralítico con terribles sufrimientos". Dícele Jesús: "Yo
iré a curarle". Re-plicó el centurión: "Señor, no soy digno de que entres bajo
mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también
yo, que soy un subalterno, tengo solda-dos a mis órdenes, y digo a éste: "Vete",
y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace". Al oír
esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel
no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de
oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el
reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las
tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes". Y dijo Jesús
al centurión: "Anda; que te suceda como has creído". Y en aquella hora sanó el
criado." (Mateo 8:1-13)
¡El centurión no era judío! ¿Cómo es que va a sentarse a la mesa con Abraham,
Isaac y Jacob? ¿Y entonces? ¿No éramos el pueblo elegido? ¿No somos nosotros lo
que nos va-mos a sentar a la mesa? ¿Cómo puede ser que un gentil, un extraño,
uno de "los otros" esté como igual? Eso no puede suceder. Alguien debe hacer
algo, esto no puede seguir.
Trato de situarme en ese lugar, en ese tiempo, y puedo escuchar al pueblo judío,
al pueblo elegido hacer este tipo de comentarios. Hasta puedo sentir su enojo,
su imposibili-dad de aceptar estas enseñanzas. No todos, por supuesto, mucha
gente lo reconoció inme-diatamente, cambio su vida y lo siguió. Pero también
debía cumplirse la última parte de la obra, esta tragedia que Dios había montado
desde el Génesis y que ahora llegaba a su apo-geo, a su culminación.
Es muy impresionante cómo Jesús cura a los enfermos y echa a los demonios, conti-nuamente.
También se puede ver, por el rabillo del ojo, la cantidad de gente que le sigue
y que se agolpa allí donde quiera que él vaya. Tanta gente, tanta gente…
La muchedumbre se desespera por verlo, por tocarlo. La energía que irradiaba
debería de ser en extremo notoria.
Veamos esta narración y lo que ocurre con el pueblo donde Jesús está por entrar.
"Subió a la barca y sus discípulos
le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la
barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido. Acercándose ellos le
despertaron diciendo: "¡Señor, sálvanos, que perecemos!" Díceles: "¿Por qué
tenéis miedo, hombres de poca fe?". Entonces se levantó, increpó a los vientos y
al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían:
"¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?".
Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su
encuentro dos en-demoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que
nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: "¿Qué tenemos
nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de
tiempo?". Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le
suplicaban los demonios: "Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos". El les
dijo: "Id". Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara
se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros
huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los
endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en
viéndole, le rogaron que se retirase de su término". " (Mateo 8:23-34).
Es tan grande el poder de Jesús, que la gente no logra entender lo que ocurre y hasta entran en pánico, por lo que no lo dejan llegar a su pueblo y le piden que se retire.
"Subiendo a la barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un pa-ralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: "¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados". Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: "Este está blasfemando". Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice entonces al paralítico -: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa"". El se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres. Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: "Sígueme". El se levantó y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: "¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?". Mas él, al oírlo, dijo: "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he ve-nido a llamar a justos, sino a pecadores"." (Mateo 9:1-13)
Analicemos un poco más: algunos escribas dijeron para sí: "Éste está
blasfemando", Jesús les había dicho "tus pecados te son perdonados", cada cosa
que hace Jesús es una enseñanza y una ruptura con el status quo. Recluta a los
cobradores de impuestos, -publicanos - y pecadores y dice "no he venido a llamar
a justos, sino a pecadores".
Me imagino a los que más apegados estaban a las tradiciones, diciendo cosas como
es-tas: "¡viene a buscar a los pecadores!, debería venir a buscar a los justos,
¿cómo se junta con los peores?".
Jesús envía a los apóstoles en busca de los judíos
"Y llamando a sus doce discípulos,
les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda
enfermedad y toda dolencia.
Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su
hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé;
Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y
Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A estos doce envió Jesús, después
de darles estas instrucciones:
"No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más
bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de
los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos,
expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis.
No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para
el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su
sustento"." (Mateo 10:1-10).
Si a lo que había dicho antes sobre "no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores" le sumamos este nuevo pedido: "dirigíos más bien a las ovejas
perdidas de la casa de Is-rael", ¿qué se debía pensar?, ¿qué los gentiles, "los
otros", podían llegar a estar en mejores condiciones que el pueblo elegido? No,
eso era totalmente inaceptable.
También Jesús predice las persecuciones que iban a tener que soportar por su
causa.
""Mirad que yo os envío como ovejas
en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como
las palomas.
Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en
sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para
que deis testimo-nio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no
os preocupéis de cómo o qué vais a hablar.
Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis
voso-tros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en
vosotros.
"Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos
contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre;
pero el que perse-vere hasta el fin, ése se salvará.
"Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os
persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades
de Israel antes que venga el Hijo del hombre.
"No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo.
Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al
dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!
"No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser
descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la
oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde
los terrados"." (Mateo 10:16-27).
Es tan rotundo el cambio que Jesús propone, que es absolutamente inevitable, que él es conciente, obviamente, de que va a generar conflictos incluso dentro de las familias, unos se pondrán a favor de abrazar sus enseñanzas y otros en contra. Este cambio es un río al que es inútil oponer resistencia.
""El que ama a su padre o a su
madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que
a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue de-trás no es digno
de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la
encontrará.
"Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel
que me ha enviado.
"Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y
quien re-ciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá"." (Mateo
10:37-41)
Los apóstoles representan a Jesús y Jesús a Dios. Los apóstoles son enviados
de Dios para terminar lo que Él había empezado con Adán y Eva. Ahora ellos eran
los encargados de continuar el trabajo luego de la partida de Jesús.
Jesús será la bisagra de la historia, un embudo que va a generar un antes y un
después. Él modifica las reglas, cierra y termina el trabajo del pueblo elegido,
lo libera y a partir de ese momento envía a los apóstoles a evangelizar, a
terminar de acomodar lo que queda suelto, lo que falta, pero ya no por las armas
como se hizo antes, sino por el amor, el amor del padre hacia sus hijos.