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EL MOTIVO - Cordero de Dios, el fin de los sacrificios
La humanidad desde tiempos ancestrales, desde la más lejana antigüedad ha
sentido la necesidad de trascendencia. Un extrañar del alma, una necesidad de
reconectarse con lo espiritual. Ese mirar hacia el cielo nocturno, alrededor de
una fogata y preguntarse ¿de dónde vengo?, ¿a donde voy?, ¿qué hay después de la
muerte?, ¿quién creó lo que existe? y muchas otras preguntas. Preguntas que
están en el corazón humano y que no son ni más ni menos que la necesidad del
alma que sabe, que conoce, que extraña aquella imagen y semejanza que Dios nos
dio en algún momento cuando los primeros hombres empezaron a caminar la tierra.
Recordemos el texto del Génesis, de la Biblia, el de los siete días:
"Y dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó." Génesis, 1
Cómo vemos en el texto, Dios creó "al" hombre a su imagen y semejanza, dice, creó al hombre, no dice creó hombres, por lo que es claro que el hombre era uno más de aquellos animales que él había creado un poco antes, junto con muchas otras especies. Veamos que decía la narración anterior:
"Dijo Dios: "Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre
la tierra contra el firmamento celeste." Y creó Dios los grandes monstruos
marinos y todo animal viviente, los que serpean, de los que bullen las aguas por
sus especies, y todas las aves aladas por sus especies; y vio Dios que estaba
bien; y bendíjolos Dios diciendo: "sed fecundos y multiplicaos, y henchid las
aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra."
(…) Dijo Dios: "Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias,
sierpes y alimañas terrestres de cada especie." Y así fue. Hizo Dios las
alimañas terrestres de cada especie, y las bestias de cada especie, y toda
sierpe del suelo de cada especie: y vio Dios que estaba bien." Génesis 1
Entonces Dios, con los ángeles que recorrían la Creación, encuentra a esta
especie, al hombre -creada junto con las demás-, y al verla decide darle algo
extra que las otras no tenían, la imagen y semejanza a Dios, a lo divino, la
trascendencia, la espiritualidad, y es en ese momento, en aquel momento en que
Dios decide compartir algo de la divinidad, algo de lo que trasciende la vida
terrenal con la incipiente humanidad es que algunos de los ángeles se sienten
traicionados, envidiosos, rebajados, rebajados por el hecho de compartir algo
que era sólo de ellos con estos "¿animales?", estos hombres, a quienes
consideran inmerecedores de semejante regalo, particularmente el Satán[1], el
líder de esta rebelión.
Estos ángeles, que como todos los demás, habían sido creados buenos y
predestinados a la santidad y que sin embargo en su libre albedrío se
corrompieron.
1 - El nombre Satanás -o Satán- deriva del latín Sat?na, y este a
su vez del arameo
הַשָּׂטָן, ha-shatán, "adversario, enemigo,
acusador"
En la tradición de la Iglesia católica y otras iglesias cristianas se señala que
Satán es sinónimo de Lucifer. El término Lucifer es una palabra en latín que
significa "Portador de luz". "Estrella de la mañana", "Lucero matutino".
Originalmente este término deriva de la traducción hecha en la Vulgata de
Jerónimo de la palabra hebrea heylel (estrella de la mañana) usada en Isaías
capítulo 14 para referirse simbólicamente a los reyes de Babilonia.
Posteriormente la teología cristiana tomó este pasaje como una descripción
velada de la caída del diablo en una rebelión celestial primigenia.
A partir de allí estos ángeles caídos -el Satán y sus huestes-, se rebelan a
los planes de Dios, planes que Dios tiene para la humanidad, y por lo tanto
deciden boicotearla. Este boicot tiene que ver con separar, alejar a la
humanidad de Dios. Frustrar el intento humano de lograr comunión con Dios
haciéndola tropezar y luego acusándola con la intención de que Dios se
arrepienta y le quite aquello que le había regalado, aquello que era sólo de los
seres del cielo, de los seres angelicales.
Es bueno recordar en este punto que los que se rebelan son pocos, y que la
mayoría de los ángeles continúan leales a Dios. Los malos siempre son pocos, una
minoría, pero, -aun siendo pocos-, pueden hacer mucho daño.
Esta acción de permanente tropiezo, de permanente empujar a la humanidad hacia
el error, del enemigo, de las huestes de los que se sumaron a esta rebelión
buscó los caminos que la humanidad intentaba tender hacia Dios y los desdibujó.
Los trastocó, los corrompió.
Dios -en el momento de darle su imagen y semejanza- predestina a la humanidad a
ser santa como él es santo, ¿de que otra forma lo haría? Dios es amor, a Dios le
agrada lo bueno, lo correcto, la luz, porque Él es luz, pero en su infinito amor
también se ha auto limitado otorgando a la Creación libertad, libre albedrío, la
posibilidad de decidir.
Esta libertad es una libertad que también disfruta el cielo, los ángeles, lo
celestial, y que es la que permitió que este grupo se rebelara y atacara en
cierto sentido a la humanidad.
Esto nos lleva a preguntarnos ¿cuándo fueron creados los ángeles?, la verdad es
que no lo sabemos, la Biblia no lo aclara, pero el libro de Job nos da una idea
de que fueron creados al principio de la creación:
[Dios habla con Job] "¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo
saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién
extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso
su piedra angular, Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se
regocijaban todos los hijos de Dios?"
Job 38:4-7
Vemos aquí que "estrellas del alba" e "hijos de Dios" se refiere a los seres celestiales. En verdad es poco lo que sabemos acerca de los Ángeles, sobre su naturaleza íntima o los grados de distinción que hay entre ellos. Ni siquiera sabemos cuántos son, aunque la Biblia indica que su número es muy grande: "Millares de millares le sirven, y diez mil veces mil están ante ti", dice el libro de Daniel 7: 10.
Por supuesto que la predestinación a la santidad -en la creación- del género humano y de los ángeles es general a todos, al grupo, pero en lo individual cada uno decide, y por ello el enemigo ataca la individualidad, desde la individualidad, porque es allí donde el hombre es más frágil, más accesible, allí en la soledad. El enemigo trabaja desde la individualidad alejando a la oveja del rebaño, como hace un lobo, un zorro astuto. Dónde la comunidad no pueda defenderlo, dónde la comunidad no pueda apoyarlo. Pero el hombre es libre y puede elegir. Lo que ocurre es que éste no tiene suficiente información como para poder elegir correctamente, y si no tiene suficiente información su elección en verdad no es libre porque finalmente no sabe lo que hace, por ello se habla de que cometer malos actos, actos que van contra el proyecto de Dios es pecar, pecado, una palabra que significa errar, errar el tiro -del tiro con arco-, equivocarse. Quién va contra Dios simplemente se equivoca, peca.
Entonces, tenemos a la humanidad, tenemos un don que le ha sido regalado, la imagen y semejanza, y tenemos alguien que está en desacuerdo. A partir de allí se inicia el drama del camino humano. Un combate de todos los días contra las fuerzas del mal que intentan desviarla del camino correcto que le impida volver a estar en comunión con Dios.