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El becerro de oro
Recordemos el becerro de oro en el desierto cuando Moisés tardó en bajar del
monte y el pueblo pensó que ya no regresaría. Moisés demoró en bajar, el pueblo
creyó que su líder había muerto y entonces le pidieron a Aarón, el hermano de
Moisés que les hiciera una imagen de lo que ellos creían que era el dios que los
había sacado de Egipto (Éxodo 32). Ese dios -que ellos creían que era Yahveh-,
era el dios El, un dios de la zona cananea representado por un becerro. Este
dios El da lugar a Eloa, Alá, a Elohim, Elohenu, como vemos el pueblo no escuchó
a Dios cuando habló con Moisés y no terminó de comprender que ese dios El no era
YAHVEH.
Recordemos la historia de Moisés y la zarza ardiente, cuando Moisés pastaba el
rebaño de su suegro Jetró y vio una zarza ardiente que no se apagaba.
Moisés -a quién le lama la atención este arbusto no se apaga-, va a ver que era
lo que pasaba y escucha que Dios lo llama, y le dice que quiere que vaya a
Egipto y saque a su pueblo de allí. Moisés, que había sido criado por los
egipcios tenía un pensamiento politeísta, entonces en esa lógica de creer que
existían muchos dioses, le pregunta a Dios como se llamaba ese dios que le
hablaba porque su pueblo le iba a preguntar qué dios lo había enviado, y Dios no
le da un nombre, sino que le da una declaración teológica de su verdad última.
Dios le dice: Yo Soy el que Soy. Las siglas de esta frase es YHVEH. (Ex: 3,14):
"Elohim Dios le dijo a Moisés: 'ehié ashér ehié'.
Dios le está diciendo a Moisés Yo soy lo único que soy, Yo soy lo único que
existe, soy el único con verdadera existencia. Lo cual implica que nada existe
más que Dios, y toda la creación tiene su existencia en él. Por eso la creación
es manifestada en Dios ya que no hay otra cosa dónde existir, todo es Dios y a
la vez es lo único que existe.
En Hechos 17,28 dice “en Él vivimos, nos movemos y existimos”.
Ahora bien, cuando el pueblo hebreo luego del reinado de Salomón, y a
consecuencia de lo mal que Salomón había reinado y lo mal que había transmitido
al pueblo la religión, el pueblo se dividió y quedó el reino del norte el cual
realizaba la adoración a Dios en el monte Gerizim, y el reino del sur con las
tribus de Judá y Benjamín que adoraban a Yahveh en Jerusalén en el templo.
El reino del norte adoraba a dos becerros que había fabricado Jeroboam, rey del
Norte, para que la gente no tuviese que ir a Jerusalén, tal era la confusión en
la que habían terminado por la mala administración de Salomón.
Como vemos los hebreos seguían pensando que Yahveh era el dios El, el becerro.
Muchos de los sacrificios que se hacían tanto en el desierto en el tabernáculo,
como luego en el templo eran de bueyes. En época de Jesús seguían haciendo
sacrificios de bueyes y también de corderos, y palomas, según el dinero que cada
uno tenía.
Entonces, el viviente con rostro de buey representa los animales al sacrificio,
pero en particular el rol del Verbo de Dios al convertirse él mismo en el animal
al sacrificio en pago del rescate por los pecados de toda la humanidad. Pero
Jesús va al sacrificio sin oponerse, y esa imagen es la de un cordero. El
cordero de Dios que quita el pecado del mundo. En la salida de Egipto los
animales sacrificados en la Pascua eran mayormente corderos. (Éxodo 12,21-23).
Jesús es el pequeño cordero, hijo del rebaño hebreo.
Jesús encarna el rol de animal al sacrificio fundamental para la salvación
humana, en el pago del rescate.
Pero… ¿por qué los roles del Verbo?