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Los cuatro evangelios
Los evangelios son cuatro, Lucas, Mateo, Marcos y Juan, y justamente son
cuatro porque cuatro son los roles de la divinidad en la historia de la
Salvación. Cada uno de ellos presenta la historia de Jesús desde esa
perspectiva, desde la perspectiva del rol trascendental.
Por un lado tenemos el número 4 que tiene que ver con lo humano, ya que es la
historia de la Salvación de la humanidad, y el 4 representa los cuatro puntos
cardinales, las cuatro estaciones, la Trinidad más el hombre 3+1.
Los números en la Biblia son de valoración, Dios 1 y 3, lo humano 3+1: 4, la
humanidad en la interacción con Dios 3 (de Dios) x 4 (de lo humano): 12.
12 son las tribus de Israel. 12 son los apóstoles.
Recordemos el texto del libro del Apocalipsis, el libro que es las Revelaciones
de Jesucristo, y es el libro de las revelaciones justamente porque ese libro
revela aquello que estaba oculto al entendimiento con respecto al Verbo y a sus
roles. Cada viviente es en realidad Jesús, y los cuatro hacen una vez más a
Jesús. Sólo que Jesús aparece facetado para que podamos acceder a entender sus
roles. Leamos:
Apocalipsis 4,6. “Delante del trono como un mar transparente semejante al
cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de
ojos por delante y por detrás. El primer Viviente, como un león; el segundo
Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el
cuarto viviente es como un águila en vuelo. Los cuatro Vivientes tienen cada uno
seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin
descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, "Aquel que
era, que es y que va a venir".» Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y
acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los
siglos, los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el
trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas
delante del trono diciendo: «Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la
gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad,
no existía y fue creado.»"
Delante del trono está este “mar” transparente, que –recordemos-, tiene que ver
con el mundo. En la Biblia el mar representa la mundanidad. Por eso Jesús
navegaba de una orilla a la otra en la barca, ya que la barca representa la
encarnación terrenal, y en otro nivel a la iglesia. Por lo que cada uno de
nosotros navegamos en la barca de la encarnación terrenal en el mar de la vida,
de la mundanidad, de la orilla del nacimiento a la orilla de la muerte para
alcanzar la tierra prometida, el reino de los cielos, la vida eterna.
Jesús sube a la barca para hablarle a la gente, porque le habla desde su
encarnación terrenal, desde su rol de hombre, por eso se para en la barca y
desde allí habla.
Jesús camina sobre el mar porque es Dios, y como Dios trasciende la mundanidad y
tiene poder sobre la creación, ya que la creación es simplemente manifestación
suya. Jesús camina sobre el mar de la mundanidad. Pedro también quiere caminar,
trascender la mundanidad, pero el mar lo arrastra, las pasiones, lo mundano lo
hunden, sólo no puede, pero Jesús le tiende la mano y con su compañía vuelve a
ser capaz de moverse por encima del mar.
También tenemos aquella imagen de Jesús durmiendo en el fondo de la barca cuando
surge la tormenta y los discípulos temen que se van a ahogar y lo despiertan.
Jesús se levanta y “reprende” a la tormenta, y uno no puede más que preguntarse
¿cómo puede reprender a una tormenta? ¿acaso la tormenta no es solo un asunto
del clima? las fuerzas de la naturaleza? ¿o es que hay alguien detrás de la
tormenta? Y si…, hay alguien, el Satán está detrás de esa y de todas las
tormentas por las que atravesamos en nuestra vida encarnada, y Jesús lo detiene
y lo reprende.
Veamos la violencia de la imagen: el Satán que intenta ahogar al agua viva en el
mar de la mundanidad…
Por otro lado la imagen de Jesús “durmiendo en el fondo de la barca” nos remite
a que Él está presente en el fondo, en el seno, en el interior del corazón, del
alma de todos y que no debemos temer. Que Él está con nosotros siempre, aunque
parezca dormir.
El mar en el Apocalipsis
Continuemos con el texto del Apocalipsis, el mar que ve Juan es transparente
porque ha sido saneado por las aguas que brotan del Templo, tal como ya lo decía
el profeta Ezequiel (Ez 47). Los cuatro vivientes –como decíamos antes-,
representan las facetas de Jesús que también los evangelistas nos han mostrado
desde cuatro puntos diferentes y complementarios, y por otro lado estarían
representando a Jesús en cuatro formas distintas, como León de Judá/David, cómo
becerro al matadero, como hombre encarnado, y cómo águila que se dirige al
cielo. Los ojos delante, detrás y dentro nos muestran al que todo lo ve. Dios
omnisciente. Recordemos a la esclava de Abram. Cuando Agar, la sirvienta egipcia
de Sara, huyó de la ira de su ama, siguió el camino a Sur, que cruzaba el Négueb
y llevaba a Egipto. Al llegar a cierta fuente, la tranquilizó un ángel, que le
mandó regresar a su ama y le anunció el nacimiento y futuro de Ismael (cuyo
nombre significa “Dios Oye” [Escucha]). Se llamó a aquel pozo “Beer-lahai-roí”
(Pozo del viviente que me ve), pues Agar le dijo a Yahveh: “Tú eres un Dios de
la vista” (Gé 16:7-14.). Jesús aparece en el relato de Juan como aquel Dios que
ve, que nos ve, que todo lo ve, y este “ver” tiene la connotación de
conocimiento profundo. Recordemos en el Edén cuando a Adán y Eva se le “abrieron
los ojos” (Gn 3,7-19), o cuando Jesús camina con los discípulos camino de Emahus
y cómo se les “abrieron los ojos” (Lc 24,13-35).
Las alas tienen que ver con la disposición a hacer la voluntad del Padre con
celeridad. Jesús como Dios y a la vez Logos, está en el trono y alrededor de
este representado en los cuatro vivientes, esta situación nos muestra su
capacidad de estar en todas partes, omnipresente. También, justamente se dice
“viviente” el que vive, la vivencia de haber existido encarnado y continuar vivo
tras la muerte corporal. Es necesario recordar en todo momento a la Trinidad.
Dios es uno y a la vez tres, y esta percepción de Juan es mostrada una y otra
vez.
Si miramos de nuevo los evangelios observaremos esta situación de mostrarnos a
Jesús en cuatro aspectos trascendentales. El tetramorfo, cuatro formas, cuatro
roles:
- El hombre: Mateo, en él Jesús encarna a toda la humanidad por la que en ese
momento está muriendo sacrificado. Las mismas palabras del salmo 22,
precisamente porque el Salmo y toda la Biblia es Palabra de Dios, y Dios, que es
Jesús ya lo había dicho antes en el Salmo 22 para lo recordaran en ese momento.
- El león: Marcos. En éste el cartel en la cruz de Cristo decía “el rey de los
judíos”, también en éste clama como en Mateo, pero esta vez es el pueblo hebreo
el que cree haber sido abandonado, y su Mesías su Salvador está muriendo, está
siendo asesinado.
- El buey: Lucas. Lucas es un evangelio de la misericordia, una misericordia de
Dios que es capaz de morir por la humanidad transformándose él mismo en el
animal a ser sacrificado. Dios que en su absoluta coherencia no buscó animales
para matar en sacrificio ya que Él nunca quiso sacrificios, y por ello Él mismo
se da en último y definitivo sacrificio.
Cuando miramos la última cena vemos a Jesús que nos dice que su cuerpo, el
cuerpo de Dios, es pan. Jesús toma el pan, lo parte para darlo y que se pueda
compartir, y dice “este es mi cuerpo”, y luego toma el cáliz y dice “esta es mi
sangre”, pan y vino como cuerpo y sangre de Dios. Ambos alimentos absolutamente
incruentos. Las semillas del campo y los frutos de los árboles. Entonces
recordamos el Génesis:
“Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz
de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros
será de alimento.” (Génesis 1, 29)
Dios es coherente, absolutamente coherente. Si su proyecto era incruento en el
primer día, ¿por qué habría de ser distinto luego?
Dios, a la par de los sacrificios animales, -algo que Él nunca quiso (Salmo
50)-, fue poniendo el pan. Lo vemos en el Pesaj, en la Pascua, con el pan sin
levadura, el pan ázimo. Luego en el desierto con el maná, -el pan bajado del
cielo-, luego en el tabernáculo con el pan de la presencia, y al final con la
eucaristía, el pan cómo cuerpo de Dios.
- El águila: Juan. No hay ninguna duda de que es el evangelio más teológico y
espiritual, que alcanza niveles muy altos de explicación de la divinidad. Los
vivientes dicen: “por tu voluntad, no existía y fue creado” (Apoc 4:11), lo cual
nos recuerda la jerarquía en la divinidad y que Jesús es el Verbo por el que
todo ha sido manifestado por la voluntad del Padre. El Verbo, la Palabra de Dios
por la que todo es manifestado.